domingo, 23 de septiembre de 2012

letras, alcohol y otras sucias realidades

Poco grato me resulta descubrir que hasta en la literatura parece haber naufragado la riqueza de Bolivia.
Tierra fértil en minerales, joyas, subterráneos tesoros, reventona de energéticas flores debidamente arrancadas de su jardín de selva y cordillera por las fuerzas del mercantil orden mundial, para mejor mantenernos contentos a sus aciagos consumidores y, así, eternizar el saqueo.
Igual con la literatura y (mea culpa), antes de establecerme en estas tierras, con el crepuscular pánico propio del adicto a cualquier droga, imaginaba ir a encontrar un baldío literario en que sucumbiría desastrosamente mi hambre de filigrana y sentimiento.

Afortunadamente, al poco de respirar ya con naturalidad la primaveral atmósfera cochabambina, paseando los puestos y colmados de libros usados y ediciones "pirata" que crecen cual tumor a la sombra del tráfico, entre Ayacucho y Heroínas, la urgencia de un título impreso en la cubierta de un librillo de pocas páginas agitó la mía y lo tomé entre las manos ...

Victor Hugo Viscarra
Borracho estaba, pero me acuerdo
Memorias del Victor Hugo


Viscarra (cortesía de "la red")
No voy a decir que ni hojeé sus páginas de papel barato, que no pregunté a la somnolienta dependienta por el precio, que no paseé la mirada por las escasas y poco informativas líneas de la contraportada, que no intenté desentrañar la torva mirada con que el autor me escudriñaba desde la borrosa trinchera que parecía ser la fotografía promocional de la primera página...no, nada de esto puedo asegurar sin inducir a engaño...pero sí certifico que recuperé la placentera costumbre que, ya de adolescente, me incitaba a adquirir libros sin tener constancia alguna de la existencia o virtudes de sus autores, guiado únicamente por una extraña sensación de malestar estomacal que me anticipaba el derechazo con que, de seguro, me lastimaría la inmersión en sus páginas. Aseguro que pude construir así, a golpe de premonición, la humilde biblioteca de que, con no disumulada pesadumbre, me deshice antes de emprender vuelo hacia estas tierras.

Pero no he venido, hoy, a hablar de mí ni de mi libro, sino del Victor Hugo, de esas páginas que en cuanto comencé a leer se hicieron garfios amordazados a mis intestinos, matraces en que se agitaban bilis y humores varios que mi cuerpo segrega para engañar la muerte, fósforos urgentes dispuestos a sulfatar mis neuronas...


A partir de entonces ha sido naufragar gustosamente en la vida y obra del poeta maldito boliviano por excelencia, ése que yo desconocía, ése que cantó con átona y mugrienta melodía el día a día de los desheredados...tantos, muchos, demasiados en esta tierra, en este continente, en este hemisferio físico y cerebral que es el Sur...

Ha sido al indagar que he sabido que al Victor Hugo se le conocía como el Bukowski boliviano, que no tuvo más escuela que la de la calle, en la que vivió desde apenas cumplidos los 12 años, que jamás rédito alguno proporcionado por la cuantiosa venta de sus obras fue a parar a más bolsillos que los de sus editores, que el exiguo capital que resistía enredado en el dobladillo de sus pantalones se perdía velozmente en boliches y tabernas de extrarradio, que nada tuvo y nada pretendió, salvo la vida en las calles, quizás para mejor narrarnos, con prosa descarnada, fulgurante, carente de piedad, la cruda realidad de los desheredados, ya lo dije:

                   niños revuelven basura hacen en ella nido que suavice las gélidas temperaturas nocturnas y, de paso, quizás, si hay suerte, hallan mínimo comestible desecho, o un par de tenazas para saltar el marchito candado de algún almacén o colmado, extremaunción

                 personas enajenadas de pobreza y sufrimiento recluidas en inmundos cuartuchos, con cerrojos echados por fuera que eviten el arrepentimiento, para ingerir espeso alcohol, por cubos, hasta encontrar la muerte, eutanasia activa

                  adolescentes de pulmón y entendimiento aniquilados por la clefa (pegamento) cuyo horizonte se desdibuja al ritmo endiablado de los fracasados latrocinios con que pretenden dar cancha a su degradante adicción, muerte asistida
    
Todo un catálogo de vidas que el Victor Hugo narra con rigor pero también, sí, con humilde piedad hacia aquellos que abarrotan sus páginas. No hay piedad, en la literatura de Viscarra, hacia la sociedad que provoca tanto sufrimiento, pero sí hacia aquellos que lo sufren. Quizás en esto no sea tan Bukowski, quizás no tenga nada que ver con el grandioso autor norteamericano, quizás tan sólo ocurre que era boliviano y su escritura brutal y certera debía portar sello yanqui, occidental, "global", para poder ser valorada...

No importa. Lo único significativo es que gracias a él conozco un poco mejor la sociedad de la que hoy formo parte y que, amigo lector, mucho ganarías de entrar, con machete y fusil, en la jungla de asfalto, alcohol, miseria y literatura del Victor Hugo, porque la sociedad boliviana, al fin, no es más que esperpéntica realidad que, entre todos, hemos creado, y no anda lejos el tiempo de que lo que el autor relata podamos verlo a plena luz del día en las opulentas calles de Occidente.

Más que realismo sucio, lo de Viscarra es sucia realidad:

“Aunque parezca innecesario, creo que hay que hacer una especie de análisis de los basurales, porque siendo los depositarios de lo que desechan aquellos que usan la noche para descansar, son fuente de sustento para quienes esperan la noche para buscar, tanto su alimento como la materia prima para sus fuentes de trabajo”

Victor Hugo Viscarra

2 comentarios:

  1. Que hermoso es ir descubriendo el país que nos toca vivir, en su gente, en su música en sus escritos y escritores.

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  2. acabo de encontrar en La casa del libro "Estaba borracho, pero me acuerdo" y lo he añadido a la compra. Si puedes conseguirme los demás me harías un gran favor. Ya me dirás cómo te hago llegar el dinero.

    un abrazo y gracias por ilustrarnos.

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te escucho...