jueves, 20 de marzo de 2025

sobre mojado danzan párpados

Los días se deslizan como patinador inexperto. Tropo en que oficiamos quienes aspiramos al sustento. La melodía, como la procesión y siempre afilada.
Bisontes rumian los cielos. Climatología invertebrada. Una hoz como cucaña a la que amarrarse aun a sabiendas de que tus falanges quedaran cercenadas antes de alcanzar el premio. 
Prefiero soñar con caballos que pastan el clamor de tus pupilas a orillas de una playa aún no inventada.
¿Dónde el premio tras arrastrar por el fango todo lo que somos para comprender que no formamos parte de este negociado?
Días de borrasca. Tormentas agitando la nieve que nunca peiné más que entre tus dedos. Y las ideas aullando humedades contra la garganta voraz del alcantarillado. Sigue lloviendo. Algo crecerá en algún momento. Humedad es vida y aún atesoro precipitaciones entre las vísceras cuando ametrallan la memoria sobre la dactilografía infausta del teclado. 
Temporal ingrato para estados de ánimo infectados de melancolía y futuro truncado. 
Leprechaun, gnomo, duende que viene a recordarme el mañana con felina detonación de savia y sonrisa. Aprenderemos, juntos, a domesticarlo.
Y un aguacero de voz callada en la distancia. 
Repasaste el manual, una y otra vez, olvidando que quien lo escribió no había siquiera palpado la vida. Pulpa que comprendiste, como hirió el poeta, iba en serio.
Sigue lloviendo y 
«Me gustaría leer
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar. 
Lo mismo 
me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a última hora de la tarde.
Dónde están los poemas
que me alejaron
de todo lo que amaba
para llegar a donde estoy
desnudo con la idea de encontrarte».
Leonard Cohen

domingo, 16 de marzo de 2025

voz de arpegio

a Sendoa Bilbao, que danza timbres vocales para rimar ritmos arteriales


Dancen clarinetes y somnolencias en la desordenada Ciudad Lineal. O en la esquina de la 49 con Guadalajara, que no por inexistente es menos cierta ni deja de mentir sentencias de grafiti contra la herrumbre de orín en que el último perro vivo perdió su hocico buscándote. Noches de marzo que ya dobló el calendario y se retrasa porque aún no aprendió a danzar los dedos. 

¿Suena? Si no suena cuando caminas o tecleas, si no incendia las orillas de los adoquines bajo los que habitan las playas, si no derriba a la Rimbaud (Van Morrison mediante) un muslo británico tipo Birkin ni alas de colibrí amazónico inmortalizan las pestañas es que aún no lo has logrado. 

¿Carencia? Pregúntale al yonqui. Pregúntale a Burroughs cómo diseccionaba los párrafos. Pregúntale a Bowie cómo lograba emularlo. Pregúntale a un dios disfuncional por qué se disfraza de beatitud nada beatnik tras comprobar cómo el mundo que intentó inventar queda en trazo. Pregunta sin intención de hallar respuesta y danza sobre el escenario de un teatro que perdió la orquesta como aquella estrella de mar un brazo. Vuelve a crecer, dicen. Eso aseguran. Quizá sea leyenda urbana. Quizá nadie sepa de la sal tallando sílabas a una escollera cuando los operarios se ven obligados a ocluir esclusas.

Driblamos el espanto aun sabiendo que quedaríamos tullidos. Este rincón es tu espacio. Aprende, despacio, a recuperarlo.

miércoles, 12 de marzo de 2025

... y lo que se escribe no se deja de recordar

a Juamba d'Estroso (Lõbison)

Vierto inviernos entre mis manos estigmatizado por una instantánea sepia. Contemplo como venado en pánico la trampa de mi mano izquierda. Me desgajo las pupilas y las coloco en una bandeja de piel, frente al espejo en que todo se relata. La longitudinal presencia de un ayer hace nido en las sombras que se sueñan los párpados cuando, hinchados, esculpen ojeras. Para qué invocar al miedo si ya terror es tu envés y los picapedreros del salario incierto te desgajan los omoplatos a ritmo de despeñadero. 

Vierto inviernos entre mis dedos. 

Primavera es el apellido de todos los sueños. Y pronto torna verano para elogio de cuervos y cementerios. Siempre acaba mal prensado en pasaportes y en los calendarios de las estaciones que tienden a derramarse hacia el país de cuando jamás. Como una lágrima en pleno estallido de hipertensión arterial.

Primavera se apellida el deseo.

Ascendí Machu Picchu y mis falanges sembraron, entre los matorrales, garabatos de plasma tritón. Tiritón ante la premonición del frío contemplé el Illimani y mis pupilas se escanciaron en copas de barro. Esquivé el gargajo de la llama andina y olvidé las manos intentando no despeñarme montaña abajo. Regalé églogas a diosas con rímel de sangre en los párpados y quise hacer de un saludo oriental todo un vendaval de excesos que quedaron en la cuneta inventada de una playa brasilera curtida en turismos de espanto. Paseé el extrarradio y agoté alcohol adulterado en todos los bares que cerraban pestañas para que la policía no lograra amenazarnos. Dentro sólo los ritmos mudos del serrín, el timbre de una botella balbuceando el destino, la premonición de otra noche sin tinta y la mirada rota del camarero.

Ascendí carótidas insomnes en/sueños.

Ya no sé escribir, y qué más da si un día pude tiznar con mis dedos el titular que todos los noticiarios soñarían publicar. Aún las sílabas enjalbegando de saliva contorsionista mi paladar. Aún el martirio, el aspa, la madera, los clavos y los huesos recién tronchados por la presencia de un teclado que aún duerme a mi lado respirando un, dos... y es así que, sin embargo, se mueve. 

Siempre viva la escritura aun si no.

Olvidado el escalpelo. Bajo la almohada. Como el picahielo en aquella película que pretendía escandalizar sin saber que aún estaba por llegar el escándalo de las ropas llevadas y traídas, de las estancias impregnadas de aromas que se mastican, de las terrazas que dan a la mar, de las pupilas que lodazal cuando garganta las balbucea, de los brindis alados y las copas prietas, de la sonrisa punto de ebullición, de la música, siempre, y de la bomba de racimo virgen extra que emascula el corazón.

Perdido entre las sábanas el escalpelo.



domingo, 2 de marzo de 2025

donde encuentres un hogar


Aguza la mirada incinerando en cautela las esquinas curvilíneas de la casa. 
Aprendiendo a comprenderlas.
Learning to fly.
Intentando verbalizar hogar aquí, donde sólo late un remiendo fugaz de su existencia. 
Me asomo a sus pupilas soñando leer su mirada como un libro abierto.


Angiebook







domingo, 23 de febrero de 2025

ligeramente desenfocado

Para subsistir sin sentirse una especie de otra galaxia. Insecto del vértigo, gusano remendando la seda falsa de unas sábanas en el exacto extracto bruno en que la luz afilaba las papilas gustativas. Epicentro del incendio.
Apurar este calmo crujido que respira tan en lo hondo y tan desde adentro.
Cuando todo existe nada se quiebra. Pespuntes de vermú para tricotar el certificado del corazón que no resiste una vida comprimida en horas de a 1 gramo la pieza.
Tampoco los cuchillos carecen jamás de filo. Aunque ajados y antiguos e incapaces de cortar fueron los primeros de la clase aprendiendo a desgarrar.
Carne.

Un escondite sin guarida 
en que recitar sílabas
que pronuncias como 
te pronuncia el respirar.
Un aguijón.
Una posibilidad.

Todo cambia, y cuando quieres regresar al espejo ya no estás o permaneces ligeramente desenfocado, a lo Capa pero como Gerda Taro.
Vampirizado por el ayer que es el ya siempre. Coágulo en tu vientre y una jungla danzando pupilas como maromas sin atar cabos, soñando poder echar la vista atrás para dilucidar una grieta en el armario que nunca se quiso cerrar. Por algún mordisco deberá entrar la luz en jirón, ya va siendo hora, en algún momento manifestarse la poesía.
Azul de gas alumbra este silencio, y pies que no encuentran la rima al baile en que gritábamos sabiendo que no era en balde aquella forma de respirar e inexistir los pulmones cuando embriagados de aliento.
Gastado.

© Marion Post Wolcott

jueves, 16 de enero de 2025

perder el oído

Anoche soñé con una carretera perdida. Un cangrejo desordenaba faquires en mi tráquea. Anoche soñé con lo raro. Anoche soñé con Lost Highway y con Laura Palmer. Con cordilleras gemelas que tal vez coronen San Francisco con un beat, con un asesinato invertebrado entre las falanges del ser amado y una oreja recién seccionada para mejor erigirse en manjar de hormigas y en silencio ante el estruendo de la distancia y el aliento gastado. Anoche soñé, y un señor de crespón blanco como cabello mal peinado me desgranó el parte meteorológico mientras susurraba que mis canas sólo son subterfugio del crecimiento hacia lo hondo, hacia dentro del tiempo bien empleado. Después sonrió y David Bowie aulló «cruise me blond, cruise me babe» mientras yo me dejaba naufragar a tu costado renovando lo ya acariciado como en un sueño Hollywood a lo Nick Cave del que sólo se salva el sagrado murmullo de tu respirar calmo. Fue fugaz, pero me acompañó hasta un despertar en que me vi aprehendiendo los movimientos faciales de un duende partido en dos o una pesadilla que no sabe de daños. Anoche pesadilla fue fulgor. Anoche te soñé, y respirabas descanso a mi lado fulgiendo en tu costillar, como en el caparazón de la tortuga a la que Momo persiguió reptando, todo es mentira, yo no me he ido, estoy a tu lado.

Vengo de visitar un solar, solitario y desparejo, de revisitar un sueño, y la realidad me golpea con otro martillazo de contrariedad. Vengo de pasear un parque persiguiendo a un pavo real. Vengo de abismarme en el manotazo brutal de sus alas como pupilas que escarban la irrealidad y me sorprendes tú, sí, siempre cerca, con la máxima irrefutable del ocaso que será siempre amanecer porque te intuye. Todo punto final es un punto y aparte y todo es realidad cuando la Belleza se esparce. Al poeta. A los poetas sólo puedo susurrarles, al oído, lamiéndoles ese lóbulo en que las voces se hacen grandes, un susurro que me recuerda que la realidad es mundo y aparte. Un punto tras el que, aparte, me puedo apartar del ruido y la quebrada sinrazón, ver caminando a la realidad descalza mientras lamo los dedos de sus pies. Ahora sólo escucho el parte meteorológico y muerdo una oreja y el mundo se quiebra y todo es mentira porque te siento latir a mi lado.

Hay un solar y hay un martillo. Hay un amanecer en que esparcen versos los invertebrados grillos de la ausencia que no puedo celebrar contigo brindando con copas vacías y licores recién exprimidos. Todo es una carretera perdida que siempre va hacia ninguna parte. David Lynch que, junto a todos los poetas, estás en el fango de mi paladar: te muerdo y nunca dejaré de hacerlo porque a pesar de que sueño y, por eso, no lo estoy.

Pero te escucho. Y ojalá me escuches cuando te digo es mentira. Es, todo, un sueño y después sólo queda un solar vacío y un saber que todo es mentira y un preguntarse qué hacemos con tanto ruido en las pupilas.



martes, 7 de enero de 2025

brújula no es una palabra


«En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios».
Evangelio según San Juan

La distancia entre mis clavículas y mis rodillas contiene todo lo que aprendí hasta hoy. Porque justamente hasta hoy todo lo medí en inviernos voraces de abriles que se soñaban excavándole poemas a mi piel. Algo harían mis pies, sí, lo sé.

Hasta hoy, que descubro perdí la métrica y el paso. Bailo desnudo y descalzo en mitad del salón. Bochorno para la pantalla apagada del televisor. No me salen los versos ni encuentro ritmo a mis textos. Ni siquiera acaricio la cintura al verbo y ya equivoco los pasos. Mido las palabras que contengo sólo por instinto. Por eso y porque la música sigue sonando mientras escribo. Como si me recorriese este cuerpo que ya ni siquiera me acaricia ni acaricio porque no comprendo mío y para nada habrá de servir así. Simplemente lo contemplo envejecer danzando sábanas Canterville. O creciendo hacia adentro, que es lo hondo y no es lo mismo.

Hace años comencé a medir mi cuerpo en versos creyendo que entre mis vísceras anidaban todos los verbos. Hasta que descubrí que no me pertenecía y las metáforas equivocaron el ritmo. Beat. Beat. Los encabalgamientos perdieron la montura y los sinónimos embarraron el verbo. El beat.

¿Cómo mido ahora la distancia entre mis clavículas y mis rodillas?

Comenzar a reescribir el propio cuerpo no es un acto gratuito. Encontrar de nuevo las palabras que juegan escondite en el propio pulso. En la femoral, el tintero. Y la pluma entre qué dedos. Aprenderse para de nuevo aprender a escribir.

Habitan un cisma mi cuerpo y mi diccionario: a un lado los órganos que pronuncian milagros, al otro aquellos que se tildan mortales e imperfectos. Así también se funda una religión, pero de misal disfuncional que no invita a cantar ni me permite escribir, caminar, bailar.

¿Y el verbo?

Una coreografía de libélulas danzando escalpelo como pañuelo largo entre mis pestañas. Tu mirada y las grietas por las que se desliza el poema. La noche giróvaga alrededor de las horas muertas hechas grumo Dalí al filo de mis madrugadas. La quietud y la nada como náusea sartreana o vodevil de picaportes que chirrían tu nombre. Un aguijón en el costado y tus dedos, coleóptera costumbre de mi memoria, panal de abismos y milagros y grados de más para la temperatura que sólo tú sabes calibrar. Cianotipias de mi barba en mediodía reptándole ocasos al plumaje de tus muslos. Relojes sin calendario. Tiempo de escayola y musgo. Una goleta con su ebriedad de espuma. Aquel naufragio entre tus párpados. La tormenta excavándome las vértebras y tú vertebrando el ayer, deconstruyendo el hoy qué día es. Cuántos ya, aquí, arrullado por la mortaja en que sábanas como lienzos de cierzo me soplan tu ausencia entre los dedos. Hubo un tiempo en que fuimos y está aquel otro en que mordidos por la vorágine de esta telaraña sin embozo seremos y no me contradigas, al menos de viva voz, poesía. Soñémonos de nuevo capitanes de todos los puertos y extrarradios por los que arrastramos nuestra hambre de piel, un buen pescado y un trago lento. Soñemos de nuevo la posibilidad del verbo.

¿Y las palabras?

«Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan».
Oliverio Girondo

Se aman, entonces, y no están gastadas. Desde mis clavículas hasta mis rodillas un desfiladero de aristas entre las que aprender a recolectar palabras. 

domingo, 10 de noviembre de 2024

lo que le ocurre al corazón

In the prision of the gifted I was friendly with my guards
So I never had to witness what happens to the heart
Leonard Cohen

2014 boqueando y ya definitivamente huido de un país al que hui para desconocerme un poco más, perderme en chicherías, riesgo, arena, lodo y sonrisas niña en malabar de espuma como mar jugando peces contra sus esquinas y ya 2024, cuando los bares deciden echar el cierre, increpados por los camareros salimos despacio, sin haber pagado, cargando una maleta de sonrisas como futuros que nos reptan la médula espinal. Y otra verde, esquiva y translúcida cuando vacía de palabras. Ya disponemos esta enciclopedia de ansia que nos regalamos al ritmo al que desperdiciamos caricias carentes del silencio que requiere simplemente contemplar, ese en que una vida entera podría anidar. Caricias minusválidas y miradas insertas en la base occipital de nuestro desvelado soñar. 

Para qué palabras si ya nos regalamos casi todas… casi todas, porque aún nos restan párrafos que descorchar, ganas de expresarnos y mordiscos que albergamos en la rueda de reconocimiento en que, recluido, un universo escabulle su sopor tras un fade out perpetrado por Neil Young

Y bajo el silencio, cual ofidios, los pasillos del cielo venidero. Abandoné Cochabamba en vuelo y siempre el desvelo, ya dejé escrito que odio los aeropuertos, su mnemotécnica inviable de filigranas que se sueñan continentes en las pupilas bovinas de viajeros prestos al chascar dedos con que el negrero les regala tiempo para soñarse viajando, recorriendo mundo, expandiendo el conocimiento. 

Uno de los objetos de ensueño de
Man Ray

Y aún de viaje desde que en 2014, tinta rugiéndome las venas, me decía cuántas historias que contar, tanto por escribir y hoy, 2024, nada que sea importante dejé escrito a pesar de haber escrito todo ya. Sólo repito la misma historia, la vieja historia dirán quienes no me lean o no tengan historia que contar. El tiempo no descansa. Como el óxido atrapa todo lo que de valor pueda habitar el interior incauto de un conglomerado de poleas y engranajes que urgen émbolos porque se saben fugaces, mortales. El tiempo, infartando conductos que nunca imaginaste pudieran ser violentados con un furor tan asquerosamente macho. El tiempo, ronroneando verdades que no deseas enfrentar pero arañan mientras juegas a ignorarlas, enquista en tus pasos esquirlas de fragilidad. Piel de reptil, osamenta exógena de cristal. ¿Cómo no seccionarte la tráquea con los bordes de un calendario? 
...

Sé que tomarías otra cerveza calma y yo, egoísta, sólo ansío contemplarte enhebrada al sueño mientras la espuma sin horizonte mastica el miedo a enfrentarlo yerto en su orgasmo de constelaciones, inmóvil salvo en el desgaste de tu aliento y en tus músculos más incautos, esos que fotografío para una posteridad que no llegará. Sí, claro que quiero, deseo, necesito beber contigo despacio pero más beberte suave hasta la embriaguez de ese sueño en que sólo se escuche el latir á la Rimbaud de un único corazón. Pero turbinas me anidan y émbolos (máquina soy) fuerzan mecanismos y máquina es producción y cosecha pero sobre todo siega, por mucho que sea incalculablemente minuciosa cuando he de yacer contigo, sangre obliga, nacer dentro de ti para sajar la madrugada y prometerle que nunca llegarán las horas bajas. 

Y es que es preciso descansar o, en su defecto, eso que llaman dormir. 

Dispara te digo, mientras tus labios entreabiertos hacen acopio de noche y la luna se llena de ti para envidia de astrólogos y pavor de vecinas que buscan por los rincones arañas a las que contemplar en su teje que teje el día de mañana. El tiempo pasa. El tiempo y la luna tricotan delicados redobles de nieve sobre una piel de tambor aborigen cuando tu vientre ignora a quién le nace la respiración. 

Dispara te digo, y yerras el tiro porque ya lo equivoqué yo, y sangro y duele y no hay antídoto que me consuele porque el cuerpo es tacto infectado y es tiempo y sonrisa que, contra el espejo, espanta de oscuridad cada una de sus grietas. Pero más aterra contemplarte desde tan abajo y, tan lejos, recordar 2014 y quererte reptar más allá de 2024. Muslos, relojes y cielos. Fuego cruzado. Miembros de cristal. Sonrisas de payaso, ya no el triste ni el rival. Diez dedos para contar diez años o jugar a restar. Locomoción, el camino por delante y un conejo al que el reloj siempre advierte que está llegando tarde a su caverna de inventar sueños que bien podrían ser pero se crucifican, a lo Poe, en pesadillas que mienten ¡jamás!

miércoles, 23 de octubre de 2024

esquejes de plasma

hasta dónde tus cartílagos hasta dónde tú y tu duende y los campos de exterminio y la pólvora y los caninos escarbando rótulas y los cultivos de amapola y el knock out de la adormidera y la piel cuando enredadera y la saliva cuando muesca y los cumpleaños marcados en la empuñadura de un sudario pistón cargado de rifle bajo sombrero atrapamoscas o sendero esquivando horcas sin cuerpo como cavernas sin piel y cicatrices sin sal que aliñe el despertar a otro día que aún fue ayer por discreto inmenso inacabable en la lazada verdiañil de tus alveolos pulmonares cuando la noche y la calma y el latir acompasado crujen suave costillas que nunca sin ti se argamasan y jamás a este ritmo prófugo y sabio al no encadenarse nunca más siquiera a un mañana

Fresco de José Clemente Orozco en el Museo Cabañas (Guadalajara, México), cortesía de Joseph Gazzano



jueves, 17 de octubre de 2024

practicando el barro

Algo roto y las fascinantes dactilografías de la saliva ajena. Dicción que sana esas verbenas en que, vertiginosos, se afilan nuestros ligamentos cuando la hendidura todo lo revienta. Ya tengo el jarrón completo, recuperadas todas sus piezas. Sí, contiene cicatrices. Incluso el barro se duele, no miento. Pero ya tengo el jarrón completo. Muchos japoneses aún practican el kintsugi sabiendo que un desgarro puede alumbrar una obra de arte. Busco. Busco en mi árbol genealógico y ni en lo más recóndito encuentro raigón oriental que me incite a tanta inmovilidad. Pero estoy erigiendo, despacio, en mi derrumbe un ánfora prieta de primaveras que, aun mordiendo otoño sus bridas, se acabarán comprendiendo hiedra. Más que un jardín de pusilánimes brotes, un jolgorio de trópico deletreado en el galope que el tiempo decide ejercernos sobre el pecho cuando sólo es escueta memoria de lo inmenso. En las orillas la piel, envejeciendo con redundancia de oleaje masacrado por tu crin. Y para cada nueva rotura una nueva arteria de polvo de oro a lo Klimt. El barro es dúctil cuando no se desea simple molécula. Podrás hacer con su voluble rompecabezas lo que más te lata, pero ya luz muerde las grietas a esa cerámica caverna en que te recluyeron el deseo. La adhesión es la respuesta, o algo así, me labró en las sienes a fuerza de insistencia alguien a quien aún quiero. Y sé que no se equivocaba. También que porque sueño no lo estoy, y aunque lo estuviese no pienso desaparecerme en la demora y seguiré adelante cual montura solidaria de aquel zagal que con embestidas hembra supo violentar el Poema. Con o sin luz, el barro palpita en sus grietas.


Hey baby, there's something in your eyes
Trying to say to me
That I'm gonna be alright if I believe in you
It's all I want to do
Tom Petty