miércoles, 9 de julio de 2025

pesadilla de Hamlet

Lou Reed escucha «Danger bird» apoltronado en el epicentro de un ring. Locas piernas de temblor pura vida se enjabonan en poesía para más ágiles saltar desde un séptimo piso. Lorca atrapa el vuelo de un colibrí y lo seduce cuando ebrio pintándole entre las cejas un único cuerno. Crujen melodías amartillando el martillo de una oreja en que vierte hormigas Buñuel. Y ya que en surrealismo doliente anidan todas las verjas no debemos olvidar que muslos como lirios pastorean los cielos de La Bañeza. Cristo pasea entre las ruinas de Walili y Rachid Taha se quiebra la garganta con licores de extrarradio dulcemente perpetrados en la memoria que guarda las pistas de un asesinato. Neil Young derrama festivo una sinfonía de huesos metacarpianos sobre la barra del bar Ruiz mientras ordena otra cerveza, tal vez un vino. César Vallejo le juega a la parca una nueva ronda ansiando en su disfraz divino rescatar tendones que puedan escribirte una oda. Ginsberg desatasca su intestino grueso para aullarte el desvarío de aquellas noches en que saboreabas mejor el no querer dormir porque ellas no te dormían a ti. Umbral teclea tu mirada para mejor tejerse una nueva bufanda.

Un reguero de sudor detiene en violenta redada un fotograma de pupila por la espalda con niebla de VHS al filo de un coxis que enhebra erecciones a aquel y este verano. Sueño tantas veces soñado. Crimen tan numerosamente perpetrado. Masaje truncado. Cabellos aprisionados y un caballo a lomos de jinete que anheló perderse en todos tus extrarradios. Un sueño. Una posibilidad. Un limón. Tequila y una sábana santa forjada en linotipias que desbaratan el mordisco incisivo de tus labios. Incisivo y canino como perro de la noche. Decisivo y felino como maullido del barro.



lunes, 9 de junio de 2025

Sísifo, alcánzame el piolet

«No hay pasión sin lucha».
Albert Camus

ahí fuimos porque así nos dimos cerca del cielo como torpes gerifaltes de una dictadura de verbo y carne en que tendones tallaban tigres de nieve en la embocadura del desastre

aullido, sutura, incertidumbre y la altura de todas las neuronas que nos mordimos, masticada ya la yugular y ensalivado el cauce hacia una vita nuova portento de seda y recelo de maroma

señuelo de alambre que pasear, cordel frágil y un rítmico compás deambulando con ebriedad salival pupilas pasto galopadas por el trote desmesurado de un pulso coronado de espinas

por las esquinas el riesgo sanguíneo como único capital, el cebo y en el bocado las arterias hechas mar inverso cuando la talla griega sufre los minutos infligidos por un escoplo de hielo

alcánzame el piolet, no temas, o sí, tan probable que con disfuncionalidad muscular acabe hincándolo entre mis vértebras que aún no piedra, sólo renglón de humano poco mercadeado

tal vez no pero, sea lo que sea, no te dejaré caer escucho y hago espejo, que saber es sabor de sílabas primordiales en el pareado que, aún niños, pulsó como ala de colibrí nuestros párpados

ahí fuimos y ahí seremos cuando vencido el miedo y si no, igualmente, vencidos por siempre y siempre eternos porque nunca olvidamos que ascender es más posibilidad que sueño






martes, 27 de mayo de 2025

mordía la luz queriendo morder grieta

«Acaba de ponerme (no hay primera)
su segunda aflixión en plenos lomos
y su tercer sudor en plena lágrima».
César Vallejo

bajo la quieta mordida insomne de la sierpe breve en que luna se infarta gritan cítaras y carne se mercadea en lonjas de porvenires que mutan cual grillos aprendiendo a martirizar escoplo en mano la noche que afila el tequila de todos los infartos

dame el limón de tu labio cuando desgaja melodías como cuchillos neumáticos

dame el envés de tu revés y permíteme deletrearlo

reescribiré en lo hondo rupestres encefalogramas de niños y miocardios

danza cherokee de la lluvia recién mugida por tu vientre cuando la deflagración

balido operístico de bisonte tráquea cuando desafina tus cuerdas vocales mi corazón

nudo gordiano del amanecer adelantado

desenlace húmedo, escueto, locuaz y absurdo de la noche solitaria en que tu voz escenifica todas las esquinas del día para regalarles ciencia sin raíces y elixir puro nervio de conexiones sinápticas en estallido de orquídea que enfrenta espadas al trazo



lunes, 12 de mayo de 2025

la policía del perfume (un sueño)

Alargo los brazos nadando en un acuario en que comprimen latido pulpitos fluorescentes, medusas, mejillones y jamelgos de mar. Cabriolan corrientes de marianas fosas que prefieren detenerse, parada y fonda, en el instante Instagram. Me trepa y trepana la columna vertebral un incendio de memorias travestidas de fotografía tomada en el año cero.

No sé dónde esconderme, y ¿para qué? No lo pretendo. Me siento bien aquí, detenido en postura vergonzante. Al fin estoy quieto. Me estudian alumnos con vocación de bisturí.

Mira, susurra a su compañera una lolita de piel cuasitáctil vertebrada en pinturas tribales de tinta casi rupestre que no logran inquietar caverna alguna en mi cripta de carne recién detenida. Lo que contemplan ambas, al fin, es esa cicatriz que me repta desde la nuca al esfínter anal deteniéndose el tiempo preciso en el músculo cordial. 

No perciben, o lo entienden mal, que aún muevo estas piernas mías o no tanto que un día ensalivadas por otros pulpos, cefalópodos dígitos, lengua henchida de lágrimas de mar. Que mis piernas aún recuerdan cuando intentaban aprender a caminar. Y los brazos se me enredan pretendiendo explicarse como en onda radiofónica sin frecuencia. 

Piel a la que, aunque ya no mía nunca más (mi cadáver cual clase de anatomía a lo Rembrandt), sigo perteneciendo. 

Escuchen cómo el maestro grita, mientras sujeta un puñal entre las garras, mirad lo serio que está, ni que le hubiesen arrebatado la vida. Y ¡zas! ¡zas! me extirpa una sonrisa que hace a mis oídos sentirse fuera de lugar. 

Braceo. O sea, que alargo mis brazos intentando regalarles armonía, movimiento. Nataciono las piernas, enhiesto el cambio de hora en el metrónomo de mi sexo, y abro bien los ojos para no perderme ni un segundo de la respiración que aún me anima aunque ni alumnos ni alumnas hayan sabido comprenderlo.

Intento nadar en un acuario en que comprimen latido pulpitos fluorescentes, medusas, mejillones y jamelgos de mar. Y sólo pienso que, al fin, daré bien en la foto del aprendiz que llegó hasta aquí guiado sólo por su olfato. Llegó hasta aquí por vocación, y eso es digno de aplauso.


sábado, 26 de abril de 2025

hipnagogia

And close your eyes
And don't you make a sound
There's no worries now
There's no one else around
To hear you cry
Yourself asleep again tonight
Micah P. Hinson

Expongo mi escueto bíceps derecho mientras me ejercita el rostro una caricatura de teatro clásico. Me inyectan la duda del mañana queriendo paliar una realidad de sudor enfebrecido huérfana de lo estipulado. Aúlla lascivia un coyote, retuerzo el espinazo y los hospitales son clamor de tinta simpática con que los enfermos dictan cartas de amor al bisturí como el albañil a la espátula. En el gimnasio del barrio un Fidias subnormal esculpe pantomimas extirpándole mordiscos a la vida, malvendiendo una meta en que lombrices orondas se niegan a dejar propina. 

Sobre mi plexo solar taconean autopistas lácteas mientras Lorca crepita lirios sin raíz de metáfora. En sus adentros, dígitos hurtan huríes al piano que Tom Waits aporrea cada madrugada. Desnudan la melodía hasta el último perfil, que es el único y apunta maneras de diosa griega antes de la talla. Traigo un vértigo de olimpíada tatuado entre los muslos. Camino el borde de una azotea incendiada. Querubines de Chagall me invitan a una partida de dados en su féretro inverso de vuelos que estupran nimbos dictando cartas ingrávidas al firmamento. Como el aviador poeta y terrorista de Bolaño. La faz de Ícaro ensombrece un prado en que almuerzan caballos que, herrados de libertad, vierten galope hacia la mar. Sueñan alcanzarla antes de que alguien la nombre y la inscriba en la oficina de patentes donde los sueños aprenden a claudicar. 

Me sienta bien el bozal, y la mediocridad no se aprende en ninguna escuela. La soledad es vidrio sin cartel que advierta su fragilidad. Maelström de mi cordura. Desde cualquier terraza prende fuego a una aeronave un niño que, de árboles caídos, la acaba de confeccionar. Que no estamos locos y somos humanos y queremos amar y alguien debe perdonarnos por los caminos que tomamos para hacerlo, dejó escrito Leonard Cohen. Hundan la aguja un poco más mientras la vida se derrocha. No hay segunda dosis. Y tampoco importa.



miércoles, 2 de abril de 2025

fatigar el verbo (variación desde la relatividad del tiempo)

Salvaje crin de yegua amortiguada por los atropellos del tiempo. Relojes blandos en su fertilidad de secundarios escribas del verbo cuando hecho carne y aliento. Mi cuerpo es campo de batalla infecto de minas que tú has esquivado, poema, también excavado. Y donde mire, te encuentro. En la mirada sepia de la pescadera y en la ojiva selvática de la oliva a punto de ser deglutida. En la reseca mojama redundando el puerto cuando mira hacia otro lado en que sólo refulgen salitres y mareas de entretiempo. En las ropas desvestidas de sudor. En el caminar monte abajo del anciano vecino del sexto y en la lavandería de barrio, poema, tus pupilas más vivas que esas pestañas parábolas de lo incierto incineradas en plasma para mejor perder el tiempo. 


Δt’ = Δt / √1-v2/c2 


Calendario que regalaste a mi piel. Ánfora del temblor. Aún se aferra a él. Aún vibra como pellejo de tambor. Como el tuyo remedo de melocotón, perdona la metáfora parvularia. Pero es que hasta en lo simple me delatas, poema. Cutículas de hambre retardado abortándome los dedos. Quebradas las uñas me pregunto si será falta de hierro, proteína, vitamina o alimento. ¿Tal vez teclado en exceso? Aunque disfuncional aún de letras, y por tanto me pregunto cómo he llegado a esto. O sea que te imploro haz nido, ya que me trajiste hasta aquí. Espacio escueto, me hago cargo, sí, como de que existencia sin víscera es sanguinidad sin riego. Por eso te intento aún escribir, poema. Por eso me tartamudea el sexo mientras te respira desde Abisinia sin métrica ni rima.




domingo, 23 de marzo de 2025

reverso y espejo del poema

qué barbarie de prolegómenos
nos trajo el verbo, qué reptil
de fósforo jugando a lo eterno

qué cosecha de versos que nadie entiende,
perdida su rima en nuestras lindes
cuando yuxtapuestos

qué ensayo de Frankenstein este
desmembrarnos entre las encías
por nacernos hacia dentro

qué atropello de taxidermia
en la mirada, qué deflagración de aullidos
mordiéndole los labios al estruendo

qué conjugación lisiada, con este 
múltiplo de probabilidades en que maridamos respiración,
logramos extirparle al tiempo



jueves, 20 de marzo de 2025

sobre mojado danzan párpados

Los días se deslizan como patinador inexperto. Tropo en que oficiamos quienes aspiramos al sustento. La melodía, como la procesión y siempre afilada.
Bisontes rumian los cielos. Climatología invertebrada. Una hoz como cucaña a la que amarrarse aun a sabiendas de que tus falanges quedaran cercenadas antes de alcanzar el premio. 
Prefiero soñar con caballos que pastan el clamor de tus pupilas a orillas de una playa aún no inventada.
¿Dónde el premio tras arrastrar por el fango todo lo que somos para comprender que no formamos parte de este negociado?
Días de borrasca. Tormentas agitando la nieve que nunca peiné más que entre tus dedos. Y las ideas aullando humedades contra la garganta voraz del alcantarillado. Sigue lloviendo. Algo crecerá en algún momento. Humedad es vida y aún atesoro precipitaciones entre las vísceras cuando ametrallan la memoria sobre la dactilografía infausta del teclado. 
Temporal ingrato para estados de ánimo infectados de melancolía y futuro truncado. 
Leprechaun, gnomo, duende que viene a recordarme el mañana con felina detonación de savia y sonrisa. Aprenderemos, juntos, a domesticarlo.
Y un aguacero de voz callada en la distancia. 
Repasaste el manual, una y otra vez, olvidando que quien lo escribió no había siquiera palpado la vida. Pulpa que comprendiste, como hirió el poeta, iba en serio.
Sigue lloviendo y 
«Me gustaría leer
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar. 
Lo mismo 
me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a última hora de la tarde.
Dónde están los poemas
que me alejaron
de todo lo que amaba
para llegar a donde estoy
desnudo con la idea de encontrarte».
Leonard Cohen

domingo, 16 de marzo de 2025

voz de arpegio

a Sendoa Bilbao, que danza timbres vocales para rimar ritmos arteriales


Dancen clarinetes y somnolencias en la desordenada Ciudad Lineal. O en la esquina de la 49 con Guadalajara, que no por inexistente es menos cierta ni deja de mentir sentencias de grafiti contra la herrumbre de orín en que el último perro vivo perdió su hocico buscándote. Noches de marzo que ya dobló el calendario y se retrasa porque aún no aprendió a danzar los dedos. 

¿Suena? Si no suena cuando caminas o tecleas, si no incendia las orillas de los adoquines bajo los que habitan las playas, si no derriba a la Rimbaud (Van Morrison mediante) un muslo británico tipo Birkin ni alas de colibrí amazónico inmortalizan las pestañas es que aún no lo has logrado. 

¿Carencia? Pregúntale al yonqui. Pregúntale a Burroughs cómo diseccionaba los párrafos. Pregúntale a Bowie cómo lograba emularlo. Pregúntale a un dios disfuncional por qué se disfraza de beatitud nada beatnik tras comprobar cómo el mundo que intentó inventar queda en trazo. Pregunta sin intención de hallar respuesta y danza sobre el escenario de un teatro que perdió la orquesta como aquella estrella de mar un brazo. Vuelve a crecer, dicen. Eso aseguran. Quizá sea leyenda urbana. Quizá nadie sepa de la sal tallando sílabas a una escollera cuando los operarios se ven obligados a ocluir esclusas.

Driblamos el espanto aun sabiendo que quedaríamos tullidos. Este rincón es tu espacio. Aprende, despacio, a recuperarlo.

miércoles, 12 de marzo de 2025

... y lo que se escribe no se deja de recordar

a Juamba d'Estroso (Lõbison)

Vierto inviernos entre mis manos estigmatizado por una instantánea sepia. Contemplo como venado en pánico la trampa de mi mano izquierda. Me desgajo las pupilas y las coloco en una bandeja de piel, frente al espejo en que todo se relata. La longitudinal presencia de un ayer hace nido en las sombras que se sueñan los párpados cuando, hinchados, esculpen ojeras. Para qué invocar al miedo si ya terror es tu envés y los picapedreros del salario incierto te desgajan los omoplatos a ritmo de despeñadero. 

Vierto inviernos entre mis dedos. 

Primavera es el apellido de todos los sueños. Y pronto torna verano para elogio de cuervos y cementerios. Siempre acaba mal prensado en pasaportes y en los calendarios de las estaciones que tienden a derramarse hacia el país de cuando jamás. Como una lágrima en pleno estallido de hipertensión arterial.

Primavera se apellida el deseo.

Ascendí Machu Picchu y mis falanges sembraron, entre los matorrales, garabatos de plasma tritón. Tiritón ante la premonición del frío contemplé el Illimani y mis pupilas se escanciaron en copas de barro. Esquivé el gargajo de la llama andina y olvidé las manos intentando no despeñarme montaña abajo. Regalé églogas a diosas con rímel de sangre en los párpados y quise hacer de un saludo oriental todo un vendaval de excesos que quedaron en la cuneta inventada de una playa brasilera curtida en turismos de espanto. Paseé el extrarradio y agoté alcohol adulterado en todos los bares que cerraban pestañas para que la policía no lograra amenazarnos. Dentro sólo los ritmos mudos del serrín, el timbre de una botella balbuceando el destino, la premonición de otra noche sin tinta y la mirada rota del camarero.

Ascendí carótidas insomnes en/sueños.

Ya no sé escribir, y qué más da si un día pude tiznar con mis dedos el titular que todos los noticiarios soñarían publicar. Aún las sílabas enjalbegando de saliva contorsionista mi paladar. Aún el martirio, el aspa, la madera, los clavos y los huesos recién tronchados por la presencia de un teclado que aún duerme a mi lado respirando un, dos... y es así que, sin embargo, se mueve. 

Siempre viva la escritura aun si no.

Olvidado el escalpelo. Bajo la almohada. Como el picahielo en aquella película que pretendía escandalizar sin saber que aún estaba por llegar el escándalo de las ropas llevadas y traídas, de las estancias impregnadas de aromas que se mastican, de las terrazas que dan a la mar, de las pupilas que lodazal cuando garganta las balbucea, de los brindis alados y las copas prietas, de la sonrisa punto de ebullición, de la música, siempre, y de la bomba de racimo virgen extra que emascula el corazón.

Perdido entre las sábanas el escalpelo.