vislumbres de El Dorado
jueves, 20 de marzo de 2025
sobre mojado danzan párpados
domingo, 16 de marzo de 2025
voz de arpegio
a Sendoa Bilbao, que danza timbres vocales para rimar ritmos arteriales
¿Suena? Si no suena cuando caminas o tecleas, si no incendia las orillas de los adoquines bajo los que habitan las playas, si no derriba a la Rimbaud (Van Morrison mediante) un muslo británico tipo Birkin ni alas de colibrí amazónico inmortalizan las pestañas es que aún no lo has logrado.
¿Carencia? Pregúntale al yonqui. Pregúntale a Burroughs cómo diseccionaba los párrafos. Pregúntale a Bowie cómo lograba emularlo. Pregúntale a un dios disfuncional por qué se disfraza de beatitud nada beatnik tras comprobar cómo el mundo que intentó inventar queda en trazo. Pregunta sin intención de hallar respuesta y danza sobre el escenario de un teatro que perdió la orquesta como aquella estrella de mar un brazo. Vuelve a crecer, dicen. Eso aseguran. Quizá sea leyenda urbana. Quizá nadie sepa de la sal tallando sílabas a una escollera cuando los operarios se ven obligados a ocluir esclusas.
Driblamos el espanto aun sabiendo que quedaríamos tullidos. Este rincón es tu espacio. Aprende, despacio, a recuperarlo.
miércoles, 12 de marzo de 2025
... y lo que se escribe no se deja de recordar
domingo, 2 de marzo de 2025
donde encuentres un hogar
domingo, 23 de febrero de 2025
ligeramente desenfocado
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© Marion Post Wolcott |
jueves, 16 de enero de 2025
perder el oído
Anoche soñé con una carretera perdida. Un cangrejo desordenaba faquires en mi tráquea. Anoche soñé con lo raro. Anoche soñé con Lost Highway y con Laura Palmer. Con cordilleras gemelas que tal vez coronen San Francisco con un beat, con un asesinato invertebrado entre las falanges del ser amado y una oreja recién seccionada para mejor erigirse en manjar de hormigas y en silencio ante el estruendo de la distancia y el aliento gastado. Anoche soñé, y un señor de crespón blanco como cabello mal peinado me desgranó el parte meteorológico mientras susurraba que mis canas sólo son subterfugio del crecimiento hacia lo hondo, hacia dentro del tiempo bien empleado. Después sonrió y David Bowie aulló «cruise me blond, cruise me babe» mientras yo me dejaba naufragar a tu costado renovando lo ya acariciado como en un sueño Hollywood a lo Nick Cave del que sólo se salva el sagrado murmullo de tu respirar calmo. Fue fugaz, pero me acompañó hasta un despertar en que me vi aprehendiendo los movimientos faciales de un duende partido en dos o una pesadilla que no sabe de daños. Anoche pesadilla fue fulgor. Anoche te soñé, y respirabas descanso a mi lado fulgiendo en tu costillar, como en el caparazón de la tortuga a la que Momo persiguió reptando, todo es mentira, yo no me he ido, estoy a tu lado.
Vengo de visitar un solar, solitario y desparejo, de revisitar un sueño, y la realidad me golpea con otro martillazo de contrariedad. Vengo de pasear un parque persiguiendo a un pavo real. Vengo de abismarme en el manotazo brutal de sus alas como pupilas que escarban la irrealidad y me sorprendes tú, sí, siempre cerca, con la máxima irrefutable del ocaso que será siempre amanecer porque te intuye. Todo punto final es un punto y aparte y todo es realidad cuando la Belleza se esparce. Al poeta. A los poetas sólo puedo susurrarles, al oído, lamiéndoles ese lóbulo en que las voces se hacen grandes, un susurro que me recuerda que la realidad es mundo y aparte. Un punto tras el que, aparte, me puedo apartar del ruido y la quebrada sinrazón, ver caminando a la realidad descalza mientras lamo los dedos de sus pies. Ahora sólo escucho el parte meteorológico y muerdo una oreja y el mundo se quiebra y todo es mentira porque te siento latir a mi lado.
Hay un solar y hay un martillo. Hay un amanecer en que esparcen versos los invertebrados grillos de la ausencia que no puedo celebrar contigo brindando con copas vacías y licores recién exprimidos. Todo es una carretera perdida que siempre va hacia ninguna parte. David Lynch que, junto a todos los poetas, estás en el fango de mi paladar: te muerdo y nunca dejaré de hacerlo porque a pesar de que sueño y, por eso, no lo estoy.
Pero te escucho. Y ojalá me escuches cuando te digo es mentira. Es, todo, un sueño y después sólo queda un solar vacío y un saber que todo es mentira y un preguntarse qué hacemos con tanto ruido en las pupilas.
martes, 7 de enero de 2025
brújula no es una palabra
¿Y el verbo?
¿Y las palabras?
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan».
Oliverio Girondo
domingo, 10 de noviembre de 2024
lo que le ocurre al corazón
2014 boqueando y ya definitivamente huido de un país al que hui para desconocerme un poco más, perderme en chicherías, riesgo, arena, lodo y sonrisas niña en malabar de espuma como mar jugando peces contra sus esquinas y ya 2024, cuando los bares deciden echar el cierre, increpados por los camareros salimos despacio, sin haber pagado, cargando una maleta de sonrisas como futuros que nos reptan la médula espinal. Y otra verde, esquiva y translúcida cuando vacía de palabras. Ya disponemos esta enciclopedia de ansia que nos regalamos al ritmo al que desperdiciamos caricias carentes del silencio que requiere simplemente contemplar, ese en que una vida entera podría anidar. Caricias minusválidas y miradas insertas en la base occipital de nuestro desvelado soñar.
Para qué palabras si ya nos regalamos casi todas… casi todas, porque aún nos restan párrafos que descorchar, ganas de expresarnos y mordiscos que albergamos en la rueda de reconocimiento en que, recluido, un universo escabulle su sopor tras un fade out perpetrado por Neil Young.
Y bajo el silencio, cual ofidios, los pasillos del cielo venidero. Abandoné Cochabamba en vuelo y siempre el desvelo, ya dejé escrito que odio los aeropuertos, su mnemotécnica inviable de filigranas que se sueñan continentes en las pupilas bovinas de viajeros prestos al chascar dedos con que el negrero les regala tiempo para soñarse viajando, recorriendo mundo, expandiendo el conocimiento.
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Uno de los objetos de ensueño de Man Ray |
Sé que tomarías otra cerveza calma y yo, egoísta, sólo ansío contemplarte enhebrada al sueño mientras la espuma sin horizonte mastica el miedo a enfrentarlo yerto en su orgasmo de constelaciones, inmóvil salvo en el desgaste de tu aliento y en tus músculos más incautos, esos que fotografío para una posteridad que no llegará. Sí, claro que quiero, deseo, necesito beber contigo despacio pero más beberte suave hasta la embriaguez de ese sueño en que sólo se escuche el latir á la Rimbaud de un único corazón. Pero turbinas me anidan y émbolos (máquina soy) fuerzan mecanismos y máquina es producción y cosecha pero sobre todo siega, por mucho que sea incalculablemente minuciosa cuando he de yacer contigo, sangre obliga, nacer dentro de ti para sajar la madrugada y prometerle que nunca llegarán las horas bajas.
Y es que es preciso descansar o, en su defecto, eso que llaman dormir.
Dispara te digo, mientras tus labios entreabiertos hacen acopio de noche y la luna se llena de ti para envidia de astrólogos y pavor de vecinas que buscan por los rincones arañas a las que contemplar en su teje que teje el día de mañana. El tiempo pasa. El tiempo y la luna tricotan delicados redobles de nieve sobre una piel de tambor aborigen cuando tu vientre ignora a quién le nace la respiración.
Dispara te digo, y yerras el tiro porque ya lo equivoqué yo, y sangro y duele y no hay antídoto que me consuele porque el cuerpo es tacto infectado y es tiempo y sonrisa que, contra el espejo, espanta de oscuridad cada una de sus grietas. Pero más aterra contemplarte desde tan abajo y, tan lejos, recordar 2014 y quererte reptar más allá de 2024. Muslos, relojes y cielos. Fuego cruzado. Miembros de cristal. Sonrisas de payaso, ya no el triste ni el rival. Diez dedos para contar diez años o jugar a restar. Locomoción, el camino por delante y un conejo al que el reloj siempre advierte que está llegando tarde a su caverna de inventar sueños que bien podrían ser pero se crucifican, a lo Poe, en pesadillas que mienten ¡jamás!
miércoles, 23 de octubre de 2024
esquejes de plasma
hasta dónde tus cartílagos hasta dónde tú y tu duende y los campos de exterminio y la pólvora y los caninos escarbando rótulas y los cultivos de amapola y el knock out de la adormidera y la piel cuando enredadera y la saliva cuando muesca y los cumpleaños marcados en la empuñadura de un sudario pistón cargado de rifle bajo sombrero atrapamoscas o sendero esquivando horcas sin cuerpo como cavernas sin piel y cicatrices sin sal que aliñe el despertar a otro día que aún fue ayer por discreto inmenso inacabable en la lazada verdiañil de tus alveolos pulmonares cuando la noche y la calma y el latir acompasado crujen suave costillas que nunca sin ti se argamasan y jamás a este ritmo prófugo y sabio al no encadenarse nunca más siquiera a un mañana
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Fresco de José Clemente Orozco en el Museo Cabañas (Guadalajara, México), cortesía de Joseph Gazzano |
jueves, 17 de octubre de 2024
practicando el barro
Algo roto y las fascinantes dactilografías de la saliva ajena. Dicción que sana esas verbenas en que, vertiginosos, se afilan nuestros ligamentos cuando la hendidura todo lo revienta. Ya tengo el jarrón completo, recuperadas todas sus piezas. Sí, contiene cicatrices. Incluso el barro se duele, no miento. Pero ya tengo el jarrón completo. Muchos japoneses aún practican el kintsugi sabiendo que un desgarro puede alumbrar una obra de arte. Busco. Busco en mi árbol genealógico y ni en lo más recóndito encuentro raigón oriental que me incite a tanta inmovilidad. Pero estoy erigiendo, despacio, en mi derrumbe un ánfora prieta de primaveras que, aun mordiendo otoño sus bridas, se acabarán comprendiendo hiedra. Más que un jardín de pusilánimes brotes, un jolgorio de trópico deletreado en el galope que el tiempo decide ejercernos sobre el pecho cuando sólo es escueta memoria de lo inmenso. En las orillas la piel, envejeciendo con redundancia de oleaje masacrado por tu crin. Y para cada nueva rotura una nueva arteria de polvo de oro a lo Klimt. El barro es dúctil cuando no se desea simple molécula. Podrás hacer con su voluble rompecabezas lo que más te lata, pero ya luz muerde las grietas a esa cerámica caverna en que te recluyeron el deseo. La adhesión es la respuesta, o algo así, me labró en las sienes a fuerza de insistencia alguien a quien aún quiero. Y sé que no se equivocaba. También que porque sueño no lo estoy, y aunque lo estuviese no pienso desaparecerme en la demora y seguiré adelante cual montura solidaria de aquel zagal que con embestidas hembra supo violentar el Poema. Con o sin luz, el barro palpita en sus grietas.