domingo, 7 de enero de 2024

Caravaggio secuestrado

Quise robar un Caravaggio, pero despertaba sospechas. No yo, el Caravaggio. Y ahora languidece su perfil ébano blues sobre una mesa de disección a la que demasiadas veces me he asomado intentando discernirme el futuro entre las vísceras. 

Me miras desde la pared y se duele una sombra. Todo es luz y tu pupila se sincera hablándome de sueños que te riegan por dentro y más allá te crecen. Intuición de enredadera. Coraza el milagro de tu cuerpo inmolado en la exacerbación del pecado. Frontera tu piel para todos los anhelos a los que ni siquiera permites acudir al frente. Todo queda acomodado en eterno cuando la pausa lacerante de la tregua, cuando enmudecidos los tambores de guerra sólo hay vencidos y un faquir impúber entrena indolencias en mi lengua.

Hoy hasta las nubes se apellidan domingo. Intuyen que en algún momento han de finalizar su danza huérfana de vuelos que tú no has dormido. Las nubes son doctas en desconciertos. Y comprendo que yo tenía una vida más allá del hampa a que no pertenezco. Que la sal viene de lejos y soy hipotenso. Que le sigue faltando un prólogo a mi latido y por eso tiemblo ensayando un fallo al descolgar el milagro.

¿Cómo sentir el sentirse pieza defectuosa de un engranaje erróneo? Émbolo del sintagma que no se desea verbo. Hacer, ser, florecer, desfallecer. Sentirse aleteo y saber que, aun así, volvería a poner en riesgo mis huesos por robar un lienzo.



lunes, 1 de enero de 2024

tiempo más tiempo menos

Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia
A esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida
Vicente Huidobro

Resulta que en estos precisos instantes tañen apócrifas campanas y la ciudadanía ejerce, esta vez en mayoría, eso que llaman democracia entregada a brindis y pellejos de uva malgastada. Que se pasó 2023 y quedará para muchos como un tintero volcado sobre la página en blanco de los días soñando escribir en ellos un futuro que ya es pasado.

Se ha pasado el año, tan crujido tan aullando y tan lejano, tan oriente tal vez, pero siempre presente, tal cual como cuando escuchaba Ghosteen y caía y brillaba/vibraba/volaba transformando lo que soy al borde del fin del poema y donde lo hondo emerge. No caía solo. Sin red o tropel de dedos que te anuden al barranco no hay línea de flotación. Lo saben los marinos, las sirenas y los gatos.

Parpadea el fragor de los petardos, y los fuegos artificiales asustan a los animales, que no saben de celebraciones más allá de la que enjuaga y preña de saliva, cuando el alimento, sus fauces de breve jauría. Aún así es año nuevo y podemos ignorar su miedo tras el cortinaje falso de la algarabía. Como olvidamos el pavor de perros, gatos y el resto de bestias a las que creemos haber domesticado.

Avaricia del año nuevo y, con el trago postrer, los deseos: montemos una tienda de campaña en el salón, paredes de piel y alarido de sangre acuchillando el parqué mientras inventamos constelaciones y tricotamos nubes de THC.

Se ha pasado el año pero aún somos cuatro pies rubricando tildes diacríticas y gloriosas, el parto inverso de un animal mitológico seccionado en rosa, el rizo del viento que se busca a sí mismo y el cabello en galopada, la noche que no va a la oficina y el desayuno de la rana, los vagabundos del cristal de la ventana y el beso hecho hueso a morder por canes de fiebre bajo el dorso de las sábanas. 

Quedan atrás 365 días que revelamos y trocamos inmortales en el cuarto oscuro de nuestro abrazo. Somos la clarividencia de un duende escapado de todas las navidades sin regalo para barajar ritmitas de marea que expliquen qué hacer con el tiempo que aún nos queda, una suerte de Nostradamus despaciosos forjando todos los sueños hermosos, el latido en las encías y la locomoción ferroviaria de las costillas. Se pierden 365 días que nosotros hemos ganado. Porque somos los tigres de Blake afilándose las zarpas en el vientre del dragón: símbolo de este año nuevo que ya avanza.

Ahítas las botellas de cava que tantos llaman champán para mejor simular una vida en que todo, como para los millonarios, puede ser despilfarro, se hacen promesas y se lanzan los dados pensando en números y fechas.

Inauguramos 2024 y dos por dos son cuatro, y dos por cuatro: ocho y las cifras son miradas que se saben raíz en los designios de la cábala. Así que ningún deseo más allá de que sigan fluyendo los acontecimientos mientras acontece la alquimia de los astros como telequinesis que desordena las distancias. Seguiremos inventándole al calendario Días tranquilos en Clichy para tatuarnos en la tráquea sílabas diccionadas con certeza de mantra tibetano.

La ciudadanía brinda y sumerge deseos dorados en copas aflautadas olvidando que superstición y religión son términos contrarios. Por eso yo, ciudadano al fin y al cabo, ateo vengo a rezarte sonrisa clamor, mente universo, divinidad matarife, luz inaudita que le florece poemas al verso. 

Ha sido milagro este año, y más lo será el siguiente, poder ver la vida de este lado.