miércoles, 28 de diciembre de 2022

bailando en un mundo libre

tus manos, acequia de falanges en que se hacen luz los abismos más insondables, pequeñas diatribas de tiempo que escabullen el ojalá no hubiese conocido a tu madre... tus manos, arpegios que se enredan en las letras que tecleo para vestir de disfraz las músicas de otros... tus manos, ya digo, pequeñas como pequeños circos de milagros ambulantes, acarician la puerta para que la abra y entres a las melodías que crepitan sobre los fogones

mientras, tu mano, sí, ahora hablo de la tuya, y nombro por capricho solo una... digo: tu mano de larga sierpe temerosa de sentirse hacedora de milagros, se enreda en caracolas de cabello vencido contra todos los relojes que le sueñan besos a tu tiempo

y te abro la puerta, y entras como duende al país en que habitan todas las ranas que nunca soñaron ser princesas y que solo usan pintalabios para equivocarme el paladar con sabores de fresa que ya no porque escancia taninos en que otros hallarán notas de especias, cardamomo, pimienta, cúrcuma, bayas silvestres de una tierra que por ti se vierte mientras yo me vierto entre tus alas de gaviota trasnochada

entras y apedreas el aire para que mejor podamos respirarte, y bailamos juntos, trinitarios, y todo es un festival de dedos que aporrean tambores, ritmos, pieles, futuros soñados, sonrisas, desvelos y ojalás minusválidos

bailamos rotos en la garganta que se desgarra un psicópata aullando que siempre será mejor bailando en un mundo libre, mientras me pregunto cómo, si la libertad es algo que han de otorgar otros que os bailan raíces en que no me encuentro mientras la cocina sopla las velas de cumpleaños del gas y solo queda la oscuridad de otra noche de horas indemnes y cuchillos pertrechados de distancia y fiebre

me derrotaría la piel y seccionaría mis uñas escarbándole a la noche, pero me aterra encontrar las raíces y saber que no deseo hacer igual que cuando otros dientes muerden el cordón umbilical

pero bailamos... a pesar de todo bailamos como héroes que tal vez



miércoles, 21 de diciembre de 2022

solo son árboles, pero tenían nombre

Ya no pido perdón,
ya los espejos no saben mentir
Diego Vasallo

Sabes que el diapasón de tu eco marca mis mejores pasos de baile. Yo no soy yo, sino el espejo, cuando las madrugadas deciden leerlo como Gutenberg rendido a la rotura del braille. Bailo en mitad del salón y memorias esquinadas de química falsa me contemplan y me aplauden. Después me recompongo y elijo, de entre mi amplio muestrario de disfraces, la ropa más elegante, siempre negra, para que no me abochorne el instante en que sonrío al descubrir tu perfil mordiendo el marco de la puerta o humedeciendo el borde de un mapa, en un olvido que a mí me supone un rescate. Salgo a comprar y me descubro pidiendo turno para respirar. Y afuera la antinomia de un día escarchado de sol que se merienda las derrotas. Desdibujado, desmejorado, tal vez desinfectado, pienso, cuando esa señora de paladar quebrado por la mascarilla FP2 que, con desenfado, escabulle sus miedos me recuerda que no puedo tocar la fruta sin calzar guantes, como no puedo asomar mi mirada a todas las cortinas tras las que tu perfil compone sinfonía de sombras que son la luz de hace un instante. El pescado, previo a cualquier fritura, disfruta un carnaval de agallas que se hacen medalla olímpica tras el hielo picado de sus nataciones plagio de huida hacia ese arriba en que solo les esperaba el anzuelo. Y la verdura me aúlla con su griterío de selva domesticada. La carne es menos roja de lo que te recuerdo la hendidura carmesí en que perdí todos mis alientos. La cajera me mira y no me encuentra el verbo. Me siento desgraciado al no poder regalarle un paréntesis de sonrisa que le hurte los agravios del no me da la vida y tengo mucha prisa. Y aún tantos miles de productos sin desinfectar que habrán de infectar sus manos para enardecer su cansancio. Regreso a casa jugando entre mis dedos la hogaza de pan en que no encontrará solaz mi hambre. Regreso, aun así, tarareando más que cantando, untando en mi sonrisa más imbécil el desayuno hipercalórico de tus labios. Regreso, como el pájaro que Cohen dibujó funambulando el alambre, y descubro que no hay gula en mí más allá de la que hace frontera nortesur en tus golpes de cadera, locuaces de infinito y tartamudos de esperma, cuando olvidan que toda noche y todo día pierden una de sus siete vidas tras ponerse el cascabel de un hasta ahora que no quiere decir su nombre. Entro en casa descalzando todo lo irreal que se me pegó a los zapatos, como barro, como chicle, como afuera, como noche de fin de semana en que las enfermeras denigran y celebran cada nuevo accidente de tráfico. Entro y contemplo tus dedos afilando los tacones con que Peter Punk decidió trasladarme a Nunca Jamás sabiendo que yo ya solo pasearía, siempre, mi lengua por el filo. Entro en casa y me pregunto cómo explicarte sin que te enfades que, de nuevo, olvidaste el bisturí de tu silencio en el cuarto en que juegan los niños.



sábado, 26 de noviembre de 2022

no me hace falta copia

Disfrazamos al dolor,
lo emborrachamos.
Carlos Ann

Eso gritaría si pudiese articular, sin que mordiesen, las palabras que escupo contra las paredes de un hogar que es trucho, eso. Tal cual brotaría de mi garganta esta hemoglobina de laceraciones disfrazada de esperanza en la noche sin esquinas que tiende brazo de limosna Munch hacia todas las pesadillas. Eso, pero no puedo, porque me agrieto en los confines del hueco que dejas entre estas paredes como costillas que no se entienden porque no te encuentran. 

Mira mis labios: otomano palimpsesto de salivas, vertedero de noches y aguacero de colillas consumidas a mayor gloria de un pulmón escabechina. Para qué pestañear cuando los párpados son cuchillas, me digo. Un insecto en el ámbar de mis carcajadas más breves se mueve coleopterando anaqueles y desbrozando calendarios. 

Y tú ahí, tan cerca/lejos como las miradas en que escabullen ojeras de noches sin sueño todos los espejos.

Después, el viaje profundo por el filo de una navaja de afeitar. Y un aguacero tropical devorándote en reverso esa piel hogar y riesgo en que hacen manada otros lobos y otros tiempos, otros espacios en que no me encuentro. Otros lugares, fuera de mí, que te retratan para que vengas, con maneras de látigo, a encharcarme las amígdalas de un sabor metálico. El germen de tu sonrisa. La cianotipia cibernética de todos los rincones en que tu piel reinventa la brisa. 

Pero ruge el viento más hostil. Y la vida es un escenario. Y me pregunto cuál es mi papel. Y me mira tu mirada detenida entorpeciendo los fogones mientras reinvento centímetros cuadrados a la cocina. Y la música pastando, dócil, entre tus manos. Y el silencio de las sillas. Y la complicidad de los cuadros. Y el cascabel que pongo al gato de las pesadillas. Y las voces de uva tinta atropellada contra todos los cristales del extrarradio. 

Solo los edificios y el conticinio. Nunca el horizonte mar. Siempre este reducto breve que es infierno cuando no se incinera entre velos, piel de milagro, sonrisa voraz y jauría de labios. 

Este es mi torrente carmesí. Este es mi reino. Desde aquí te escribo a ritmo de trepanación para acertar mis apuestas a corcel perdedor o liberar, de una vez por todas, a esos caballos que tornaron cabellos desdeñando todas las herraduras con que domestica rabia la faz oscura de la fortuna. 

Separo mis párpados mientras te miro tan otra, y clamo por un bisturí. Desearía decir, como cuando en el mercado entrego el cartón de bingo errado, que no me hace falta copia. Pero me falla la dicción. Así que, sin que me mires, te miro con frustración de adorno roto al finalizar la navidad y clamo por la siguiente.

Y tus pies derrochando verano sobre las teclas de un piano ebrio de barrios que se hacen pan entre tus manos.

lunes, 14 de noviembre de 2022

nos hemos olvidado el incienso

Quiero este lugar, me encanta este hueco. 
Pediré al rey que esta maravilla se llame el Bósforo de Almásy.
Ralph Fiennes a Kristin Scott Thomas, en El paciente inglés

Se aman los hindúes de canto contra las místicas piedras de los templos de Khajuraho. Se aman en creativo alarde de musculatura sinfónica y grave. Se aman de bies y del revés, con los labios buscando manantial de barro, o incendios, en la planta de los pies. Se aman, al fin, desmedidos de gimnástica bizarra que da bien inmortalizada en grabados, fantasías y tallas. Nosotros, sin embargo, tan poco imaginativos nos amamos, tan absortos en nosotros mismos, diciéndonoslo de frente con la boca cosida para fecundarnos bien dentro ese milagro de cíclope ambidiestro capturado como Alicia cuando cruza los espejos. Nosotros, reservando en barrica de plasma la imaginación, tallándonos poemas en los hombros y en todas las esquinas del cuello, labrando versos en nuestras pupilas cuando acunan océanos y la piel es un y verso constelado de ciervos heridos de flechas que, aunque les cerquen, nunca les aciertan. Siempre tan cercanos cuando entre otros, tan uno cuando nosotros, enredados en la espuma de este amarmarrarse dentilabial y salvaje. 

Dejamos los malabarismos hindúes para las paredes que nos miran. Las gimnasias soviéticas para estas pupilas en que abrevan los músculos henchidos de cafeína. Mis dedos en carne viva tañendo tu platisma y todas las otras guaridas que tu piel escabulló a otras pieles para descubrirlas, regias de voraz relieve, suturadas a la mía. 

lunes, 31 de octubre de 2022

selfish

Nos hacemos selfies perjudicadas en baños de antro a altas horas de la madrugada inmortalizando nuestras horas bajas y no tenemos la coartada de la edad.
Nos enamoramos a media primera vista y no tenemos el perdón de la ceguera.
Hurgamos la emoción a lo Stanislavski, arañando la entraña, creyéndonos únicos y complejos, para acabar abrazados al alka-seltzer, la ojera y el melodrama.

Nos lanzamos a abismos con arneses imaginarios desoyendo consejos porque creemos estar de vuelta y poseer este asfalto viendo como los cielos son algo que no se toca y así creemos entender la gravedad.
Nos tatuamos para ser diferentes y acabamos siendo clones bañados en tintas mediocres.

Nos exhibimos en nuestros poemas derramando todos los fluidos habidos y por haber y ya ni sabemos si gozamos o lloramos.
Jugando a ser bukowskis o pizarniks mientras se retuercen por ello en su más allá.
Nos decoramos las heridas, nos lamemos las culpas unos a otros como gatos esterilizados que no supieran querer a nadie.

Seres tecnológicos y decadentes al mismo tiempo. Crecimos con Blade Runner y leímos a Baudelaire. Hicimos interrail y nos enamoramos en Chequia. Sudamos en alguna rave y ahora renegamos de ello.

Le buscamos atajos al verbo para acabar no diciendo nada y terminamos en el naufragio de la estrofa recién nacidos a la intemperie.

Somos felices los dos minutos que suceden al poema y el resto es buscar algo que nos salve de la certeza de ser una versión empeorada de uno mismo al releerlo.

Erramos como novatos en la emboscada del amor y después miramos hacia otro lado colocándonos la ropa, el barro y el decoro tras la caída.
Nos reseteamos fríos y masticamos sobre el teclado la huida.
En slow motion nos observamos, y olvidamos que no todo resiste, que somos maleables, permeables y fallidos y dejamos que nos penetre cualquier cosa excepto la cordura.

Y después de tanto, sin edad, sin coartada, sin remedio,

con resaca, deterioro y algo de pena,
pienso: he tenido frío, he sentido vacío, algo se me escapa,
y constato: no sé reanudarme.

Ojalá entendiera que los mejores poemas se escriben con aliento y carne.

© Julia Roig



SELFISH
(un videopoema del mago José Ramón da Cruz



Hubo un tiempo en que el hambre no era de posesiones, sino de alimento y sensaciones. Hubo un tiempo, ya digo. Hoy el hambre es gula nunca satisfecha y no hay proceso digestivo que la aplaque, prendidos como andamos al avituallamiento de ropas, tecnologías y eso que han dado en llamar «experiencias» (lo que antaño era ir a un museo, viajar o salir de cena), entre otras tantas fruslerías. Afortunadamente quedan aún animales hambrientos de sensaciones que les inquieten el ánima y el intestino grueso. Para todo lo demás: la pantalla de su celular.

La poesía de Julia Roig es todo músculo y sudor. Fiereza domesticada por la ternura de saberse capaz de estremecer a ese puñado de animales hambrientos que merodean esquinas y callejas henchidos de vida y verbo cuando este se hace carne. La obra audiovisual de José Ramón da Cruz es todo fulgor y vértigo. Precipitación sutil de la que acelera el raciocinio más radiante de la oscuridad en que olfatean latidos ese puñado de animales hambrientos. Entre ambos han lanzado a dicha jauría la sublime carnada de este Selfish en que me han permitido deslizar el hocico. Una mirada es un bisturí y un poema es un cilicio.

Hoy que el hambre es de posesiones, son demasiados los que muerden para sorprenderse, contrariados, cuando sus dientes hincan el hueso. Yo, por mi parte, del hueso hasta el tuétano. Por eso acompaño a José y Julia en este Parkour salvaje con que solo pretendemos salvar el fuego. Así que pronto un nuevo milagro. Un nuevo salto al vacío. Y los que quedan.






miércoles, 19 de octubre de 2022

naufragio en el Gálata

Aquí lo siento, hay algo más que esa belleza de pensar, de dejar la mente en blanco, veloce inundarse de todo, como un silo enorme e imprudente. Quiero llenarme, abrirme, romperme en y con lo que me rodea. Quiero rezar aunque no sepa. Quiero gritar. Beber licores desconocidos. Esnifar los pliegues, los secretos, tu envés, los momentos que iban a pasar desapercibidos. Quiero detener el tiempo para ser consciente, concreta, punzante, como una flor que estalla y aprieta. Aquí, ahora, el uso del mundo. Pan ácimo. Una limosna en la piel, la piel del corazón, que nunca es coraza. Aquí morirá mi cuaderno, eso te digo, eso ocurre cuando ya está inundado en letras, en astros desordenados y un estigma tatuado con mis uñas en tu espalda. El horror es no habitarte. Este país no existe, lo hemos inventado juntos. Aquí me gritan las flores. Aquí es la vida la que me está viviendo. Aquí, justo en este momento, en la mirada mastín, en la caricia brutal de dos mundos antagónicos que se frotan en eterno. El deseo es húmedo y pegajoso. Tus falanges, preludio del derrumbe de mis baluartes, los posos del café lo están gritando: sepulta a esta hembra en una jungla de abrazos y miradas, ella con medio haz de luz lo va a destrozar todo. Esta es su narrativa invisible. A partir de ahora. Las herencias forzosas del desamor se están ahogando en el Gálata. A partir de ahora. y el amor es beber raki hasta el amanecer. A partir de ahora. Y después destronar al dolor siempre. A partir de ahora. Festejar la carne y la crudeza. A partir de ahora. Ser ser ser y no dejar de ser. A partir de ahora. Es mi cabello el que mece el viento. Aquí. Interprétame Ad Lítteram. No dejes nada. No me abrevies. El muecín canta en el lapso de nuestros gemidos. Sístole de mi vientre. Cópula en la cúpula de tu mirada. Ídolos que se rebelan ante un martirio envejecido. El corazón como un tambor bien vivo que las venas del tiempo, dilata. 

© Julia Roig y Pablo Cerezal 


NAUFRAGIO EN EL GÁLATA 
(un videopoema del mago José Ramón da Cruz)


Que José Ramón da Cruz atesora en su mirada la poética del mercurio desde su nacimiento a lomos de mareas contrapuestas ya lo dejé escrito. Que Julia Roig es una poeta mercurial en su modelar y acariciar la belleza como alimento, aliento y marea, también. Con ambos he tenido la fortuna que muchos mueren buscando equívocamente en el poseer pertenencias y caudales. Mi fortuna, en este caso, es haber podido poseer La Belleza, esa cosa que, como La Poesía, para nada sirve más allá de alimentar el ánima y al animal que la anima. Y es que ambos me han permitido entrar de puntillas en su excelsa manera de comprender la Poesía. Con ambos he tenido la fortuna de enredar latidos y neuronas que han gozado de las eternidades previas a ese alumbrar milagros a que están, ambos, tan acostumbrados en solitario. 

Desde hace un tiempo, mi fortuna se ha multiplicado en un tripartito de fogonazos en expansión. Un tripartito de creatividad afilada en carne, como cuchillo de matarife o espina de rosa carnívora. Un Parkour salvaje destinado a salvar el fuego. A este videopoema con que José ha regalado imagen, temblor, humedad, estallido, susurro y arritmia a nuestro Naufragio en el Gálata, le precede otro, delicada y brutalmente erigido sobre un brutal y delicado poema de Julia: Selfish.

Y resulta que Selfish ha sido seleccionado, de entre más de 200 videopoemas, por Maldito Festival de Videopoesía, uno de los certámenes audiovisuales más arriesgados y honestos del terruño. Un nuevo milagro. Un nuevo salto al vacío. Y los que aún quedan por delante.




domingo, 16 de octubre de 2022

down by the seaside (reloaded)

Abreva la tormenta entre tus vértebras y arraiga, en la piel de tus muslos, un trueno. Mientras, en su encrucijada, hace banquete la tormenta que inundará la ciudad embistiendo melodías parapetadas contra los charcos eco del batir palmas flamencas tus tacones cuando, al mediodía, diseñan el compás del tiempo que no tenemos. Hoy, que la luna no entiende de gatos castrados y riela caballos de fiebre tronando desfiladeros atlánticos como tropelía de mareas en que, sin herraduras, tocan fondo sombras chinas con nuestros cuerpos acribillados. He aquí la función sin tercer acto de labios moribundos de flor, espuma y nervio, mientras Robert Plant y Tori Amos copulan al filo de un verso. La noche y este calor que, con cada ocaso, me estrena, erecto y parado frente al espejo en que  enloquece, semilla mala, eterna y verde, la jungla de tu reflejo. La noche, los muslos y el freno. La fiebre del anhelo. La debacle de tu voz quebrando todos los huecos. La arritmia, la dicción y el verbo. La carne y este pantano de plasma tendido a los pies de la calma sucia que olvidan los vecinos en clarear de coladas la mañana que no sabe llegar porque tú no la quisiste o no la supiste estrenar. Engendramos costillas y lo dejamos todo roto, intacto y desquiciado. Costillas, verbos, tu vulva y bulbos raquídeos extirpados sobre la mesa de disección de este  nuevo otoño que te ve amanecer en horizontes tan otros. La beneficencia es un nido en que engendran poesía, como tacto en un cartón de leche recién estrenado, los embriones de tu rostro.

Mastico las raíces crudas del daño a la sombra del último cirio que lamió con su perfil de lumbre la ingravidez de tus costillas, allí donde pierden pie para naufragar la sensatez de mis caricias. De la garganta me brota una orquídea que te deletrea on the rocks, pero sin hielo, cuando las persianas se deflagran en un aquelarre de versos. 


Y la luz ejerciendo cabriolas mientras sobrevuela tu aliento. 

Y mi piel teñida del último crimen perpetrado en el funambulismo de tus besos.

Y el equilibrismo erróneo de este mundo dispuesto a tropezar contra los tejados de tu voracidad, sintiéndose menos falso si, definitivamente, tropieza o confunde el paso.



miércoles, 28 de septiembre de 2022

el hábitat y el calendario (y 2)

Hay una habitación encalada en salitre y fado del que te excava el hombro sin hacerte daño. Un pareo queriendo ser pareado poético de los vientos atlánticos. Y el fantasma de un ocaso con maneras de ternura prendiendo poemarios para disolver las mañanas en eterno remover cucharas que ansían morderte los labios.

Hay un aullido que añora, entre estas cuatro paredes, delicadamente emparedar la huella de un crimen rubricado en tus cabellos cuando modelan las noches en que mis falanges escupen barro. Una habitación que sangra vino y llora ebriedad de extrarradio en la cima del mundo, tan cerca los aviones, tan abajo y tan hondo el ritmo exacto.

Hay una orfandad de telares tímidos y temperaturas inciertas afilándose ente nuestros cuerpos cuando todos los racimos distantes corren para reordenar, por siempre, cada día en una fiesta. Hay un vino sin petiscos y una red de Metro huérfana de pantallas táctiles reordenando el tacto de todos nuestros extrarradios.

Hay el aullido de un perro sobrevolando las vías del tren solo por perseguir tu aliento. Una misericordia de autorretratos cuando el sol decide caer para fulminar, exacto, el vergel en que agrandas pupilas ansiosas de caminar otros barrios.

Hay la manera de no encontrar la manera de encontrarte, perdida y terminal como las ropas de un olvidadizo sastre. Un desastre en orgía de panes y peces multiplicando las maneras de amarte.

Hay una cocina recién aprendida, como recién encendida la llama de la primera y olímpica prensa del día cuando taconea el silencio para despertarle incendios al desayuno del que eres vitamina necesaria en todos mis días.

Hay códigos y cifras que olvido en la jeroglafía granate de un papel que sobrevuela mareas ansioso de hacerse ovillo y sílaba entre tus piernas. Un descenso a lomos de caballos cercados por la locura poco freudiana de quererte fotografiar las pupilas, y una subida haciendo autostop en el redil de tus muslos todo esquina.

Hay un par de cervezas breves esperando un tren sin hora ni billete de ida, naufragando las iras del atardecer y las telecomedias coreanas en que tu sonrisa gusta de inventar, para el mundo, la sonrisa. Un llanto apedreando pupilas africanas y otro volcado hacia adentros de rabia en rama.

Hay un sueño hecho de años de insomnio, y un mapache desquiciado huyendo de algún trampero norteamericano. Una ruta 66 desordenando mitos en cada curva de tu cuerpo. 

Hay una lágrima devorando las mías, y un dolor que no puedo enjuagar y una tristeza fría reclamando un termostato o un regreso a la caverna de la que no debí salir para no airear el daño.

Hay un ay, por más que me rebalse la herida, cosiéndome los labios. Un negativo escueto implorando positivar, en el cuarto oscuro, la luz de tus diarios.

Hay un ay y jirones de piel, entre el hábitat y el calendario.

jueves, 22 de septiembre de 2022

el teclado ebrio

Y una o dos copas de vino que a pesar de la syrah no deja de excavar amargos en  mi paladar. Y un acorde que se disfraza para gozar las vacantes venecianas. Y una tierra que perdí en una trifulca de filos jugados y enjuagados a la coreana. 

Poco es tanto cuando poco necesitas, cantaba alguien que no conocía tu nombre o solo lo había leído en el archipiélago fluorescente de algún lodazal de verbos con maneras de libro no asimilado por más que aplaudido o vilipendiado:

Joyce, T. S. Elliot, Proust, Cortázar, Miller, Aragon o César Vallejo:

¿de qué hablan estos tipos? ¿a qué incendio, decía Cocteau, me pertenezco? ¿acaso Klein inventó el YKB para que lo naufragasen estos reptiles que acribillan mis vértebras soñándose versos? ¿soñándote enmudecer una ordalía de espumas con maneras de caballo loco a pesar de viejo? Que la mar es sabia no por eterna sino porque comprende la aritmética de tu cuerpo cuando entre sus manos como rabias de sal mal procesada se hace verso. Eso te digo, aunque no sé siquiera si yo lo comprendo.

Acaso tal vez sí ya lo sabes es evidente y apunta mal pero quiere disparar este teclado embriagado que hoy ha decidido beber por mí mientras escuchaba a Tom Waits arañándole jirones a una garganta que será flauta de Pan o pincel con que Van Gogh deshilacha nubarrones que no descargan porque prefieren hacer nido en mi/tu mente/vientre. Acaso quizás es posible pueda ser que el teclado haya estado bebiendo y no yo. Que no todo son navíos, amado Rimbaud.

«No sé lo que espero de ti, pero es algo parecido a un milagro. Te voy a exigir todo, hasta lo imposible, porque me animas a ello»... ya no recuerdo si lo escribió Miller a Nin o Nin a Miller, porque ya solo sé que el teclado está ebrio, que no soy yo, que solo me dejo llevar por su ritmo de taumaturgia febril y sus maneras de diosa dispuesta a despedazarme las noches susurrándome: produce.

Afuera, contra las ventanas nuevas, avejentándolas, las luces. Y dentro las prendas que te dejas como sin querer pero afilando las certezas, colgadas de los marcos de esos cuadros que quiebran en aullido el silencio de todos mis ocasos. Y las letras que deslizas bajo los barrotes del infarto en que cada noche batallan, dispuestos a perder el control en su voracidad de barro, los sueños más húmedos y ebrios de este beodo teclado.

Y la luz ahí afuera: caminada tan lejos y tan cerca taconeando.

domingo, 18 de septiembre de 2022

este no es el año de la rata

Dicen que, en 2022, la hora en que la rata es afortunada transcurre entre las 11 de la noche y la una de la madrugada... ya se me pasó, se descorcharon las botellas como degollinas de tinta tan china como el calendario del que extraen funestas premoniciones los becarios de la prensa que no existe ni por rosa ni por prensa ni por ser capaz ni una sola vez de prensar los cabellos a las noches que no acaban. ¿Sólo dos horas de gloria entre las veinticuatro que acumula, como niños seccionados, el temible  hombre del saco?

El dragón, sin embargo, es más afortunado, porque comenzó 2022 sabiendo que es un año en que mudará de piel para dejar paso a un nuevo reptil goloso de luces de amanecer y ahíto de pieles al borde (o, tal vez, debajo) del volcán (Mr. Firmin, usted, si aún vive, bien sabrá)

De años chinos y de calendarios. De funestas corcheas que apuñalan ventanas de extrarradio. De colchones maltratados y dioses que hocican deseos entre las fauces de un can dolorido y exhausto. 2022, primer aniversario del vuelo hecho lumbre entre los dedos gitanos de cualquier princesa expulsada del barrio. 2022 como baraja de números que tuercen el cuello al croupier que anota cifras contabilizando deseos al borde de nuestros labios.

Dicen que en 2022 fallecerán tantos famosos que no daremos a basto, que las redes insociales se disociarán en membrillo de plañideras trocadas viñeta en que desangrar vítores como monederos falsos. Después llegarán los lamentos, y entre tus dedos de dos por cinco milagros enredarán las pupilas sus ansias por seguir despiertas para acunarte ronquidos y acaramelar ese corazón que, entre las piernas, crece torpe soñándose dardo.

La habitación se ha vuelto infinitamente más habitable desde que he descubierto que la luz puede ser manipulada, le escribió Miller a Anaïs cuando el vientre del dragón portuario había ya devorado a la rata que abandonó el Bronx presta a corretear las bodegas de barcos que zarpaban como ciudadanos europeos recién inventados. La habitación es, hoy, noche, luz apócrifa, temperatura mediana, escueta osamenta, un vertedero de anémonas que me reclaman desde las cifras incomprensibles de todos los calendarios.

2022, año chino de sabidurías inconexas y aullidos como flechas clavadas en costillas que no existen más que para lamentar la ausencia de un hueso como plasma seminal titilando al fondo de esas pupilas en que no deja de alumbrar la hierba. 

Y una cabeza de toro, que no sé si es bestia de zodiaco oriental, despertando entre los muslos el silencio más crujido y la rabia más animal.




lunes, 12 de septiembre de 2022

el sudor es un caballo loco


And I'm by your side and I'm holding your hand
Bright horses of wonder springning from your burning hand
Nick Cave

El sudor es un caballo loco y desbocado que tiende dunas de fiebre sobre la piel del ajusticiado. Unas fauces de bisonte adragonado entre los resquicios del llanto. 

El sudor no miente cuando, como el óxido, sabe que no habita su naturaleza el descanso. El sudor te rasga las pestañas y te anida esos pliegues que el reloj cincela incansable, como larva, en el mapa de autobuses en sentido contrario que recompone tu piel cuando arrecian las tormentas costureras de los labios.

El sudor es una premonición de arritmia, un cuadernillo escolar en que pierden corona los reyes y se hacen mortales los héroes que supieron exponer a la cirugía del tiempo un tobillo de espuma de mar o una carótida infartada de susurro neandertal. 

El sudor tiene maneras de Atlántico domesticado en los picos de gaviotas que olvidaron demarcarse la raya de los ojos antes de salir a cenar en compañía de otras aves que desconocen el error en que el mundo se quiebra cada noche que no suda nombres que son mantra y no pecado.

El sudor es, hoy, herido de muerte el verano más largo, lacre con que sellar las cartas que no escribo para no descubrir en tus pupilas cómo y de qué manera suda el llanto.

El sudor te contempla desde todas las ventanas de aquello que dimos en llamar «el otro lado»: de la realidad, de la calle, de los ríos y las avenidas o los suburbanos.

Bajan las temperaturas, y aun así imploro que sirva para enjuagar tus lágrimas mi sudor enajenado.

Y aun así: sudo y sangro.



* de «Tratado del sudor», work in progress


domingo, 21 de agosto de 2022

grietas que escabullen la rueda de reconocimiento

nací cuando terciaba el siglo y
la piel de lo profundo
vuelta hacia adentro
tiritaba
ante la acometida
de las astas de animales/bestias
señoreando el precipicio

las caras de Bélmez aúllan
tu nombre en un mantra
de desconchones
por las esquirlas caídas
y los cristos crucificados
contra un atardecer de simulacros
o un amanecer de huidas
que hacen burla a mis heridas
con su lengua de escayola rota
increpando mis cicatrices
boquiabiertas
y necesitadas de suturas
zurcidas en dicción y saliva
por una enfermera que 
enciende su lubricidad
con un parche en el ojo que no me mira
o me ve desde la pupila de otro

contempla toda esta debacle
de carne cruda 
salándose
al albur del ferragosto
y huyendo de la luz
fermentada en la memoria de tu rostro

las caras de Bélmez contaban 
verdades para quien las quisiese escuchar
y entre estas 4 paredes se agita
el eco de tu orgasmo como 
un trinar de pájaros
ansiosos de ser cuervos
para devorarme los dos ojos
o injertarlos en mis manos
y que así te miren bien cuando
en el fondo de tu vientre
ejecutan pasos de un baile
que nos danza
hasta el final del amor
o el génesis
de todos los milagros

y está el sudor
y este saber que ya no puedo
seguir escribiendo como sangro:
a golpes,
a borbotones y empantanando
ideas marchitas y rabia de renglones

pero le sienta bien
a tus labios
el carmín de mis desahucios

liturgia profana
este desacato en que anido
tu voz
libre de toda autoridad/sucia
de todo mi llanto



sábado, 13 de agosto de 2022

perdiendo países

Contento de que yo hubiese preferido su país a Argel, Túnez o Trípoli, 
me aseguró varias veces su protección y amistad.
Ali-Bey

Despierto en Cochabamba, dañado, dolorido de chaqui, también de las costillas que me golpeé anoche, al cerrar todas las puertas. La habitación da vueltas, tantas que no ubica sus cuatro paredes en Cochabamba, sino en Salvador de Bahía, donde ayer te hacías barro entre las alfarerías obtusas de mis penas. Gira la habitación. Gira el mundo. Giran y danzan aviones que no llegan, cargados de viajeros de la nada que lucen girones de escarcha mientras les envidio pintando plata a los últimos náufragos de mis sienes y al reloj que decidí no tener para olvidar todas las ocasiones en que no. Bailan aviones los cielos de Lisboa que, hoy, ahora, ya, desea ser, más que una ciudad, una ciencia. Cuántas cervezas allí, en la capital lisboeta, acordes de Tom Petty y la mirada agria de Neil Young embadurnándonos de exceso todos los alcoholes consumidos a mayor gloria del amor que nunca tuvo nombre porque jamás llegó a ser. Volteo, despacio, dolorido, mi cuerpo. ¿Me habré roto una costilla? ¿O será tan solo, de nuevo, la arritmia? Volteo y el balcón de este hostal en el gótico barcelonés celebra mi daño con un aplauso de palomas y un espumillón vegetal tan selvático como tu mirada tras haber pastado, despacio, mi sueño. Y yo que te pensaba dormida, aquí, en esta cama dañada del robo del siamés de sus sábanas. Así mi mirada: hurtada y sin saber quién ni por qué ha decidido robarla. Mejor cerrar las pestañas, lacra de lágrimas para esta carta que te escribo desde Seúl, acomodado en el calor de otra noche de verano sin mañana, a pesar del sol, sin luz, sin la promesa de tus pestañas cuando me dicen mañana. Calienta el sol o calienta la resaca. Caliente mi mano cuando te congrega y te reclama para recomponer con tu nombre el granate sin color de las sábanas. Caliente, tórrido el aire que no fluye ahí afuera, mascado por las voces de la kasbah, en Tánger, ¿o era Estambul? No importa. Lo primordial es cambiar las sábanas, cada tiempo. A veces, tú sabes cuáles, cada muchas semanas, por no perder el cabello más que por evitar el esfuerzo. Y colgarlas al clarear de la vecindad para que hagan chistes sobre las islas en que se mancha todos los pájaros de Koh Ngai, recién nacidos de la selva, recién paridos por la inercia y las olas sin rabia que lamen tus pies cuando decides acariciar las algas. Volteo de nuevo y duele, de nuevo, con insistencia de misiva bancaria, esta costilla, no sé cual, mejor no investigar con las manos tiznadas del recuerdo que te erijo cuando me erijo, de nuevo, como teleñeco de una telequinesis que batalla contra el raciocinio y me da la espalda como tú en Cusco, llorando el último beso y escandalizando todas las puertas por cuyos cerrojos deslizan la lengua el resto de hospedados, buscando tu vientre, reptando la mañana. Intento dar otra vuelta y siento que ya es mañana en Varanasi, caricia de cuerpos incinerados acariciando las bacterias y la calma de un Ganges que no fluye porque quiere regresar su caudal a la canción de cuna de todas las habitaciones vacías en que no te tuve y solo te soñé mientras escribía con mis manos peldaños de nieve cantábrica. La playa de Barro, ya solo su nombre me encharca el aliento: barro del que tal vez estén hechas las costillas que me duelen. Una costilla, tal vez solo una, para qué buscarla, con las manos manchadas de tu nombre. Adán sin costilla o costilla de Adán, nombre científico: monstera deliciosa, así que hazla delicia en tu paladar si es que aún le queda resquicio de carne a su escueta estructura monstruosa. Así crecen las plantas trepadoras en todas las junglas que no recorreremos juntos. Así me trepa el sistema nervioso la electricidad de tu palabra cuando la dices sin siquiera inquietar tu garganta, mientras yo pienso en beberme otra cerveza o 1906, las matemáticas no son lo mío, ya sabes, tampoco la coherencia ni la claridad ni la lucidez del ejército que se sabe vencedor de todas las batallas. Como batallaban los ejércitos del amor esculpiendo orgasmos contra las piedras de los templos de Kahurajo, a punto de trepar los cielos y yo destrepando, como reptil benévolo, tus barrios bajos. Me muevo, horizontal y despacio, miro el teléfono esperando la llamada del servicio de urgencias más cercano. Supongo que he olvidado que estoy en La Bañeza, donde los recuerdos se hacen piedra contra los cristales de todas las terrazas. Logro levantarme, me desprendo la mortaja, me acaricia una luz que apenas moldea mi sombra contra una pared en que tus manos esperan como un cante jondo de escarcha. Mi sombra, danzando monedas a los pies de todos los mendigos ciegos: Aleluya, Cohen, Morente, Buckley y tu voz tricotando milagros entre las telarañas. Me duelen las costillas tras el golpe de anoche, o una, tal vez solo una, la que me falta.

Ocasiones que hacen honor a su nombre y permanecen por siempre ocasiones, en la memoria, entre los dedos, en lo más profundo de mi sistema digestivo, pululándome las entrañas, doliéndome eso que otros llaman alma. 

Camarero, otra ronda, ya qué más da... es tarde, vamos a cerrar.



martes, 2 de agosto de 2022

El capitán Nemo aulló «Howl» y sumergió el Nautilus en tu acuario

Las aguas de tu vientre cantan al fondo del país
Juan Gelman


Es tu piel, amor, tu piel cuando torna marea sobre la que rielan mangatas de todas las noches en que nos afilamos la sed y, diseccionando espumas, nos damos a beber olas de sangre como ron en tabernas piratas enloquecidas de temperatura, voracidad y jauría.

Es tu piel, amor, tu piel cuando torna marea sobre la que descarrielo estas pupilas que me habitan los dedos como tiernos peces con el vicio tatuado en sus escamas, ansiosos por desovar el naufragio de nuestros nombres cuando chapotea el milagro de tu pleamar.

Escúchanos, amor, escucha tu piel, que de la mar, dicen, brotó la vida como una eyaculación de desperfectos en que se desgarran todos los abductores del Universo.







miércoles, 20 de julio de 2022

milagro de la orquídea


Mientras una voluntad regia me aparta del pensamiento toda imagen que no sea la suya, 
tengo la mente ávidamente tendida hacia la visión de los detalles más atractivos de su cuerpo.
Jean Genet


gime que te grita que te aúlla que te excita que te exprime que te chilla

acupuntura de tus labios,
sabiduría en tus dientes,
y una escarcha de incendio pintándole azules a una toalla náufraga en besos de rana cuando se asoma el milagro al balcón de todos los mañanas

nube de lengua de gato,
cuando el calendario
aprende a propinar zarpazos,
y un costal de saliva a hombros de la piel que se arracima en todos los verbos hechos carne cuando diseñan un cauce de perímetros inguinales

gime que te excita que te chilla que te exprime que te aúlla que te grita

lencería de tu tráquea,
desnudez en tus orillas,
y un fulgor de campos magnéticos ebrios de ausencias y versos cuando la noche saca a orinar en las esquinas del sueño a su jauría de muertos 

orquídea indómita y nueva,
cuando la marea
aprende a deletrear la selva,
y una noche de acuarios inversos en que jugar a ser pez para olvidar el rumor en que se quiebra el aliento cuando rasga los telones del temblor

gime que te exprime que te grita que te chilla que te aúlla que me excita




miércoles, 29 de junio de 2022

la vida excesiva de la luz en los espejos

arroz basmati, cuchara de palo, especias y pupilas como faros cegando el deseo mientras se enredan dardos en cabellos de una nuca que florece contra todas las ocasiones en que le gritaron nunca. una voz fecundada en minutos derrotados y un destello de extrarradio atesorando espumas de un bar en que alguien berrea que aún queda whisky in the jar. marinado el vicio, especiado el deseo, afiladas las uñas, tormenta entre las manos y henchidos los dientes con pronósticos de verano. carne de ave o ancas de rana, incendio en los salones y espejos reventados contra todas las camas

saber es sabor 

ropa interior regalando marco a los retratos del amor en tiempos de un cólera que mastica horarios haciendo eco a las aristas en que se aguzan tus labios. cangrejos que palpitan cuando imitan el latido de branquias en que hacen nido y noche constelaciones y mudanzas. cortinas en que danzan mimo estas tauromaquias en que nuestro amor silencia estocadas contra mi costado y aflora verónicas sobre tu espalda, hecha de masajes que deambulan tus heridas desconociendo la calma. y un taxi febril de lírica, saliva y plasma paseando por dentro las calles de un Madrid en llamas 

hoy es la nueva cima del andinista del desconcierto. hoy el nuevo desorden del turista de tus sueños. hoy otra carnada de ochomiles como eyaculaciones en que chapotea el cierzo: tu voz aullando milagros en el clímax del exceso






martes, 7 de junio de 2022

navajazo en el talón del derviche


Tu deseo es una lluvia de flechas
Diego Vasallo

devoro el atardecer
soñando con un mañana
que ruge como un motor
gripado de distancia
y lágrimas mordisco en sal
hechas tempestad de piel sajada

la noche henchida de espinas
radiografía de un pez 
que contra la mar 
y su insensatez
boquea dragones de esperma
y lascivas ratas de saliva
en todas las mareas 
que un día fueron salinas
cauterizándome el paladar

hambriento gourmet de saldo
atragantado de ocasos
en que la luz del sol
más que danza de fantasmas
solo es carencia de voz
de la fémina invertebrada








martes, 24 de mayo de 2022

tus dunas, la sed y el desierto


Esta noche te espero en mi cuarto, salta por la ventana, ¡valiente!
Ana a Otto, en Los amantes del círculo polar

vengo de reyertas perdidas en una partida de dados, de trifulcas sin enemigo más allá de mi propio destino, tipo Newman y Redford en aquel viejo filme en que me abismo para que me recuerde aquel otro en que todos mienten y nadie es capaz de adivinar el truco ante el que me sorprendo en cada ocasión, golpeado como un niño intacto de daños...

vengo de golpearme en los autos de choque de eso que llaman lo adulto, y de contemplar al macho que os embaucó con sus bíceps de adolescencia, su sonrisa sin coartada y sus esfuerzos de gimnasio pasándome por la izquierda para robarme la hembra que solo era sueño y nunca soñé como presa...

y, de repente, el pasado es solo un tiempo verbal y asimilo que me ha brotado una orquídea, salvaje y extraña, entre los labios: ha germinado en mi tráquea y ahora me asfixia su aroma de selva no domesticada y la nariz me engulle la cara porque su aroma me desborda el olfato...

palabras más, palabras menos, esto es casi todo lo que te puedo decir: me ha brotado una orquídea desconocida y salvaje entre los labios...

desconocida como un mar intacto de naufragios o un unicornio que solo habita los sueños de quienes venimos vencidos y desgastados, vestidos de frustración y ocultando un DNI pequeño que escupe grafías que desean decir algo así como: profesión: derrotado...

palabras más, palabras menos, esto es todo lo que te puedo decir además de que mi garganta ya solo arranca afonías al albur de un mantra de dos sílabas tibetanas chapoteando una circuncisión de pétalos como deseos que, de nuevo, temo se jueguen solo en una partida de dados...

eso, solo eso, y que la poesía no es más que una herramienta de despiece que abulta vientres en que suturan mordiscos que, con el tiempo, se pierden para acabar pernoctando en las más recónditas vísceras de aquellos que se dicen valientes...

y es que son bien pocas las pocas ocasiones en que sabes bien que todo depende de lo bien que camines tu funambulismo de cables que no entiendes...

pocas las ocasiones en que plagias a Picasso diciéndote «un cable es un cable, un funámbulo un funámbulo y un abismo es el espanto»...

escasas las ocasiones en que podrías rubricar con un desliz como un degüello el dorso equivocado del futuro porque tienes la certeza, en tales ocasiones, de que te va la vida en ello...





sábado, 14 de mayo de 2022

el dinosaurio, aún


Me tienes cantando aunque sea una mala noticia
Me tienes cantando la única canción que sé
Leonard Cohen


nunca te lo había dicho, 
pero aterra
como cuarenta y seis bandadas de gaviotas con cuchillas por pestañas,
un pelotón de fusilamiento integrado por gibosos recién caídos de una cucaña
o una curva mal tomada en todos los mediterráneos que se hacen arena en mi garganta
cuando te aúlla

aterra,
cada noche,
tu ausencia,
pero nunca te lo había dicho




miércoles, 11 de mayo de 2022

Sísifo, año cero

I'm diggin' a grave in the moonlight
I'm diggin' a grave where we laid
Micah P. Hinson

abismo mis pupilas como cauces de saliva en esa foto en la que ni tú ni yo estamos 

recuerdo el KINO y comprendo que sin sabernos estuvimos juntos tomando café antes de una sesión de tarde con kümmel y cine manchego 
 
2006 Berlín año cero

y hoy tus pupilas son la pantalla contra la que me cercioro de plasmar todas mis miserias para que las recojas y recuerdes tú también que pudimos estar juntos sin sabernos ni rozarnos sin estarnos pero congregados en los pasillos del KINO 

Berlín 2006 ya digo 

y lo digo hoy que es fácil porque ya estuvimos juntos y nos dedicaron un par de canciones de filos hispalenses cicatrizados en humo neoyorquino y uvas de a miña patria galega tan desorientada como un viernes

hoy justamente hoy que me tumbo sobre el piso ejerciendo de mesa sobre la que puedas ejercer tus disecciones de combate sin enemigo y piel que reinventa el sabor de todos los diccionarios

hoy desde el anochecer de un balcón cegado en luz hecha víscera y velero dispuesto a zarpar tras el taconeo triunfal de tu carmín enjalbegando golpes de cadera insertos en el córtex de tu presa 

y las maneras de anfibio en llamas en que se hacen mortero tus miradas golosas de un sandwich mixto un beso por la espalda o un amanecer sin mañana







lunes, 2 de mayo de 2022

extremaunción de la saliva y el verbo

cuántas balas merece un reo?
cuántos misiles son necesarios para doblegarle el aliento?
con cuántas mañanas hemos de contar para desarreglar los desperfectos y marchitarnos en el bucle en que pierden partidas de ajedrez las mareas de tu aliento?
 
nunca sabremos, lo sé, qué francotirador nos espera dormitando babas sobre la mecedora y rabia animal sobre las caderas de su rifle
nunca contabilizamos los dados que el destino decidió repartirnos para departir y partirnos en golpes de jazz sin camino más allá de aquellos besos que soñamos con reverdecer en un redil de versos

cuántas balas merece un reo?
cuántos fogonazos de saliva vencida en otros idiomas es capaz de encajar el armario breve y desvencijado de un cuerpo?
con cuántas noches hemos de contar para desordenar los afectos y quebrarnos añorando escuchar palabras que se juegan la vida reinventando los sueños?
 
nunca sabremos, lo sé, qué reptil despliega sus alas de cuervo previo para erigirnos cuerpos cavernosos con maneras de payaso triste
nunca registramos los pasos que decidimos volcar en el matraz de tantos besos dispuestos a sorprendernos con químicas de distancia y explosiones de reloj de arena forjado a golpes de averno
 
cuántas balas merece un reo?
cuántos disparos guarda tu ausencia en la cartuchera del silencio?




sábado, 2 de abril de 2022

evisceración del sueño incapaz


This is your world, beloved
It is your flesh that I wear.
Leonard Cohen


cuando duermes con la boca entreabierta 
       [porque ya has bajado de tu pedestal
tu aliento es un suicidio de luciérnagas
y de la garganta te brotan
un aullido de lirio terminal
y un garabato infantil alucinado de llagas

cuando duermes con la boca entreabierta 
      [porque ya has bajado de tu pedestal:
con los muslos desollados las arterias escoplo
pupilas en barro y falanges de sal
ensalivo el pulso de mi corazón
y de pulpa te esculpo otro


cuando se equivoca la mañana 
henchida de relojes como peces 
te respiro veintitrés veces multiplicadas 
sin soltarte y enredados 
siempre a la mexicana


                                    traduzione italiana di Marcela Filippi

        EVISCERAZIONE DEL SOGNO INCAPACE

        quando dormi con la bocca socchiusa perché sei scesa dal tuo piedistallo
        il tuo respiro è un suicidio di lucciole
        e dalla gola ti germogliano
        un ululato di giglio terminale
        e una sbavatura infantile allucinata di piaghe

        quando dormi con la bocca socchiusa perché sei scesa dal tuo piedistallo:
        con le cosce sbucciate cesello le arterie
        pupille in fango e falnagi di sale
        insalivo il palpito del mio cuore
        e di polpa te ne scolpisco un altro

        quando si sbaglia la mattina
        gonfia di orogli come pesci
        ti respiro ventitré volte moltiplicate
        sensa lasciarti e aggrovigliati
        sempre alla messicana

sábado, 26 de marzo de 2022

cuando los trenes de cercanías equivocan su itinerario

Antes que llegues,
un monje tiene que soñar con un ancla,
un tigre tiene que morir en Sumatra,
nueve hombres tienen que morir en Borneo.
Jorge Luis Borges


Hay mañanas que descuelgan de un alfiler el disfraz de noches sin cuna para vestir calendarios marcados y marcas de piel que ovaciona un desfile exacto de dientes como curvas sorteando todos los accidentes geográficos. 

Mañanas que danzan un vals amparadas en la invisibilidad errónea de un orfeón ebrio de metales como pétalos y cuerdas como cabellos y percusiones de astilla bajo el quiosco de la música de una capital de provincias. 

Mañanas de luz sin sol y desayuno sin más hambre que la saciada la noche anterior sobre una piel de tambor incendiada en aullidos que le nacen a la tráquea de todos los muelles sin quicio. 

Mañanas de arañarse el espanto para suturarse los prodigios. 

Mañanas en que todas las ventanas son una mujer que da la espalda a los pinceles de Munch antes de tatuarse el cráneo con un grito azul. 

Mañanas pasivas e incapaces de seguir el dictado de líricas erigidas para derruir los planetas de todos los catedráticos. 

Mañanas de bisturí con maneras de nube que le sueña paralelas a la dúctil extensión de mis párpados cual sangría perpetrada en todas las noches sin pañuelos que entorpezcan el tacto. 

Mañanas que le inventan andenes a los trenes de cada uno de los días en que fuimos asesinados. 

Mañanas como palacios infartados de princesas que calzan botas de Peter Punk y rompen el cuello a los pájaros. 

Mañanas como poemas que inmiscuyen en sus versos palabras como whatsapp o instagramer o facebook para aparentar rompedores o enigmáticos o modernos y bohemios. 

Mañanas oreadas en la bonhomía de una rodaja de queso centrifugada en el paladar del más oscuro objeto de deseo. 

Mañanas para comprender la función del gotelé y la aritmética del albañil cuando las uñas me gritan improperios arañando las paredes en que tu negativo hizo de mis besos todo lo que fui antes de recluirlo tras el cristal y la sabiduría añeja de una estantería que perdió el perfil. 

Mañanas en que adecentar los crucigramas sin solución de este hogar que ya no te contempla es la más indecente de las batallas. 

Mañanas con traje de rayas que sueñan evadir condenas sospechando de un teléfono asfixiado de cadenas y silencios como candados. 

Mañanas en blanco y negro como sábados travestidos de domingo con olor a cerrado en que una cadena de televisión programada por el martirio repite en bucle sin esquinas y hasta el infinito la segunda parte de El Padrino.

Hay mañanas como esta que son autopsia del desgarro y extrarradio de corazones que solo bombean barro.








jueves, 17 de marzo de 2022

rueda, fortuna

Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.
César Vallejo

rueda, rueda, fortuna
mientras me escarbas la nuca alineando reptiles de saliva
en la línea de salida de todas las fantasías
que mataría por cumplir
pero siguen sin ser 
y me invitan a cicatrizar silencios
de noches acodadas en la barra de un bar
en cuyo interior aún no me acierto
por más que dispense dátiles 
que ya quisieran la leche de tus axilas
y copas adulteradas que pierden medida 
en la línea de flotación de tus pupilas
mientras lamen mi aliento
para que las devore 
incinerado en tu incendio
como susurro adobado 
en asesinatos
de carmín que yo no quise, pero
sin querer, te pedí,
arrumbado en mi pánico
a los aeropuertos que viví,
como un punk que no quiso ser 
más allá del '77
y decidió suicidarse en Putney Bridge...


rueda, rueda, fortuna
y quién la detiene 
y le impone
normas al universo
cuando la expansión es
la única ley que acato
y tu voz deletrea 
todos mis verbos...

rueda, rueda, fortuna
y hoy enciendo la noche
solo por masticarte 
el vértigo...


domingo, 6 de marzo de 2022

de lo voraz y lo ingrávido


Pasé una anoche a ti pegado como a un árbol de vida
porque eras suave como el peligro,
como el peligro de vivir de nuevo.
Leopoldo María Panero

Hablan de guerras, los noticiarios. Hablan sin hablar, tartamudos de abecedarios y engreídos de moneda hecha sudario de niños fríos como calendarios arrancados a la baraja en que juegan póker los mercados.

Afuera, la respiración es un estanque sin peces deflagrado en CO2 a marchas forzadas respirado bajo mascarillas y máscaras que amartillan la sien de lo ingrávido. 

Afuera, la realidad es una carcajada y un disfraz que te amamanta las pupilas para injertarles semillas de mar huérfano de algas, henchidas de rímel como cristal dispuesto a afilarme las pestañas.

Mugre y quebranto en mi llanto como adiós y furor en el canto de quien olvidó cantar porque desconoce qué cosa es el daño.

Y yo, ya, vislumbrado el ocaso, tengo preparadas las cadenas:

Piel de oso las recubre, no te dañaré, no temas. 

En realidad acolché mi redil con papel de celofán, frenopático y cordel, y tampoco dañaré a este animal famélico, esquemático, en cuyo interior se asfixia el oxígeno buscando tu perfil.

A pesar de todo: por si truenan helicópteros, arrecia una DANA, los aeropuertos se duelen de bombardeos o tu piel pierde la mía en un desvelo de reloj sin madrugada:

Tengo preparadas las cadenas, 
aunque no me sirvan
(lo sé, no me sirven, 
ya perdieron su función 
de telones tacto carmín
esperando a un clown 
incapaz y borrachín
que no hace reír al público
ni te hace saltar a ti)

Eres el amianto que atesora mis incendios: 
la lengua que me fuerza: 
pronunciar palabras más allá del miedo y contra los aviones hechos de lluvia hacia dentro por no deshacer los cordones del zapato que siempre dejas olvidado en el rincón de mis infartos: 
seguro de revivirte 
triunfal en tu taconeo.

Eres el Aleluya en que se rompió Jeff Buckley y el sollozo en que se quiebran todos mis anhelos.

¿Me preguntas si lloro? 

Sí, claro: 
mira mi pulmón: 
oscuridad, corrosión, 
nervio, soledad, 
nicotina y miedo.

Mira mis manos: 
hechas de cruz de caminos,
futuro que no llega
y escolopendra de espanto.

Mira mi mirada:
eres tú hecha tropel 
al filo de mi garganta

Y una sonrisa febril
como tu desnudo hostil
cuando incendia la terraza.

Y afuera las bombas de racimo.

Y dentro tus labios de cosecha sabia,
tus besos de melodía,
tus dientes mordidos de vino e infancia.




miércoles, 2 de marzo de 2022

¿por qué los cangrejos caminan de lado?


Me encanta sentir los eventos superpuestos entre sí, 
arrastrándose unos sobre otros como cangrejos mojados en una canasta.
Lawrence Durrell

¿te he dicho que se me duele el páncreas henchido de azúcares y aliento y que los alimentos se atrincheran esperando tu saliva como único alimento?

¿te he dicho que me escuece el hígado infectado de tus alcoholes como crines de rabia escanciadas en la batalla del tiempo que fue espacio en los orígenes del verbo?

¿te he dicho que mi piel se quiebra infartada de tu luz más alta que los 3.812 metros en que se acribillan de sueño sin infancia quienes sufren las orillas sin jazmín del lago Titicaca?

¿te he dicho que «quiero pasarla contigo» como un vals profundo a mil besos de profundidad y años luz de distancia de la realidad que me desguaza?

Toma este vals...