lunes, 27 de febrero de 2023

la raíz mordida del verbo

Qué barbarie de prolegómenos nos trajo el verbo, qué reptil de fósforo jugando a lo eterno. Que la vida es eso que acabamos de inventar hace un período de tiempo que no sabemos descifrar porque, entre nuestros labios, lo rompemos a mordiscos y nos los remendamos con besos. Qué síncope de aladas hadas envidiosas de los unicornios. Qué baile de una sola tonada que va y viene como el temor de un cangrejo que enfrenta por vez primera la atlántica marea del mañana es ahora y el futuro no existe porque se hizo punk cortándose a tijeretazos el cabello para conservarlo cómo insecto en el ámbar de un bote de azafrán que desea botar todos los barcos y abandonar todos los puertos. Que la vida es eso que se escurre hasta los dedos desde los labios cuando han lamido el sol procaz que te mira antes de nacer por ver si puede nacerte desde o hacia adentro. Qué cosecha de versos que nadie entiende porque les falta la rima que perdieron en todos los extremos del camino en que nacía una grieta para nacerles la luz y tatuártela en los párpados cuando son dedos que acarician una canción de cuna rota por una rotura de la electricidad que anima a lo Frankenstein nuestros cuerpos: derrotados, vencidos, desmembrados entre las encías, supurando hemoglobina y gloriosamente vivos cual bifronte Prometeo. Qué atropello de taxidermia nuestras miradas, qué escándalo vecinal de transeúntes muertos contra las escarchas de nuestras voces cantando a la australiana o comiéndose los labios a mordiscos de silencio para mantener el orden establecido y que nadie pueda escuchar lo que sin articular palabra nos decimos.




sábado, 4 de febrero de 2023

nos cuidamos

No me cuides de la realidad, que todo lo que de ella intuyo ya lo conozco y es feo y erróneo y lo que no conozco será igual o más destrozo. Que vine a edificar, no a derruir, ni siquiera a mí mismo. Si de verdad lo deseas, cuídame de los días en que la luz se niega a hacer acto de presencia, de esos calendarios que son noche tiritando sin el termostato de tus vértebras y cascabelean cadenas que desprecian la luz estallando en tus tobillos para amarrarse a los pies de todos los fantasmas disfrazados de perros del averno. Cuídame de los fantasmas, amor, que la realidad acecha como una jungla de flechas sin punta mojada en curare. Cuídame de los espectros del salón sin luz de fiesta, y extiende ante mí el universo para que este niño huérfano de cumpleaños juegue otra vez a desmontar el Lego en que danzan frenéticos todos los planetas que se saben estrellas aunque se nieguen a serlo. Cuídame del cordero disfrazado de duda contoneando caderas de interrogación que nunca se desnuda. No me cuides de la realidad, que esa ya la conozco, y hoy la conozco más, y es como los noticiarios y decidí hace tiempo que no me interesa.

Durante el rodaje de «Madrid-Cochabamba» (José Ramón da Cruz)