Pues sí, así entro hoy, con el
cuchillo amoldado a las encías y la epidermis erecta de sensación y
palabra. Y lo hago sin pedir permiso a aquellos a quienes gloso y que
son los párrafos tartamudos que conforman las páginas más gloriosas de
la creatividad hispana, sí, de España: ese retazo de cuero que hiede a
descomposición de laboratorio, ese agujero negro de egoísmo sin espejo y
moneda mal prensada, ese serpentín que oscurece de temperatura cerveza
agria y vermú barato, esa componenda de retazos de mastuerzos que se
esfuerzan por medrar a costa de los de al lado....España.
Pero,
afortunadamente, también, aparte muertos en vida sin protagonismo más
allá del de la hora de la cena recalentada, y ridículos magnates de la
nada y el expolio que en Nada desean convertir al ser humano, España
acuna, al ritmo de nanas que suenan a blues de ajenjo y rabia, a las
mejores mentes de mi generación. Y éstas no se perderán junto a las que
glosara Ginsberg en su demoledor Aullido contra la inercia grisácea de los tiempos modernos.
España:
cobijo de sabandijas, erial de bondad, autopsia de cercanía, todo en
aras de la sacrosanta e imbécil quimera de la individualidad y el
provecho propio.
España:
guarida de equlibristas de la palabra, panal al que se acercan los
revuelos ebrios de la mirada certera, recreo de funambulistas de la
Belleza....sí, eso también es España, y su contradicción la anima a
seguir en pie aunque los pies de otros pidan turno para comenzar a
pisotearla.
Quiero
decir, entre otras muchas cosas que no alcanzaré a pronunciar, que la
Asamblea Fantasma del Quinceeme y la Uniformada Policía de lo Correcto:
uniformada de Zara, pero, eso sí, con corbata, que no parezca que esta
ropa la hacen unos niños chinos entre paliza y golpiza, repito, quiero
decir que tales grupúsculos de náusea y sudor y cerveza recalentada al
aire de soflamas antiimperialistas marcadas a fuego en la parte trasera
del cuello de la camiseta vintage...me pierdo, así que resumo: la
verdadera Asamblea a que todos aquellos que aún atesoran un ápice de
decencia pueden aspirar se haya injertada sin remedio en lo que me gusta
llamar La Cofradía de la Santa Palabra. Y especifico: es sólo un
ejemplo, porque sí: existen otras redes de personas enredadas a la dulce
tarea de no hacer nada por cambiar el mundo más allá de lo que saben
pueden hacer. La Palabra, La Obra, El Trazo, La Mirada, qué más da. Sólo
importa que cada traspiés propinado por la estulticia del Tiempo del Hombre Muerto no nos lleve a unirnos a él. Ya digo: no hay que cambiar
el mundo. Basta con ser consecuente con las palabras que traza ese
remolino de hueca verborrea que amenenaza gangrenarnos la garganta.
Días
sin huella, más allá de la baba con que el caracol no puede solventar
nuestras ansias de una vida larga, longeva, casi eterna conectados al
imbécil estallido de luz falsa de la computadora y la teleserie de éxito
capital y capital creciente. Pero, aún así, los hay que imprimen el
paso glorioso de su asimetría sensorial en los senderos que aún deja
libres la devastación del hormigón y el beneficio a toda costa (¿dije
costa?, ¿es que acaso rima con hormigón? Tal vez).
Y
no son muchos. No, ni siquiera llegan a 26, más les valdría, ya tendrán
tiempo. Cualquiera diría que andan Perdidos, pensando, como el que se
rebana el sentimiento ante una fotografía en blanco y negro y le susurra
al amigo que le acompaña: "¿puedes sentir la luz?".
Lo
que quiero decir es que no sé lo que quiero decir. Quizás tan sólo que
la verdadera Revolución está en el corazón de aquellos que deciden abrir
las puertas al de los demás.
Y sí: aunque os parezca pueril, esto es algo así como vislumbrar El Dorado que no
existe...o tal vez sí. Hasta aquí tuve que llegar para saber que El
Dorado no es un chalé adosado, de cocina alicatada en monedas, ubicado en el centro marchito de un vergel de oro y
plata. Tal vez, El Dorado, sólo sea la fugacidad dolorosa de una caricia y
la salvaje simetría de un beso con maneras de abrazo. Quizás sea no más
que un caudal breve de camaradería y sensación a flor de latido. Yo he
descubierto, en Bolivia, quién me quiere y me extraña...eso ya es
mucho...mucho más de lo que muchos soñarían lograr en mil vidas. Así
que, a pesar de todo: ¡feliz de vivir en Bolivia y enraizarme a la Pacha Mama!
Escribo
estas palabras desde el Hafa. Quienes me seguís me entendéis. Sabéis dónde está el Hafa. Aquí nos encontramos, envueltos en el humo que
desprende el elixir de los dioses y amarrados al abrazo sincero de la
amistad y lo íntegro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
te escucho...