Contra el silencio este manto de monarca giboso y desterrado que no sabe morder las esquinas de su reino exhausto: como una canción de amor tartamuda de oídos y dígitos. Un envoltorio celofán y una arritmia cúrcuma destreza destrozada contra el delantal.
Contempla el estandarte de la tarde rindiendo filas frente al interregno de la noche, mordidos sus talones por denticiones de tequila o ginebra recién parida, cítrica, como la mano de
Nick Cave cuando usurpa memorias para regalar caricias huérfanas de esquina o taconeos de barra de pan recién hecho mentira con que alimentar nuestra ansia de filos, navajazos de maná, cuchilladas de esperma y regadíos de saliva. Como rastro en arenas atlánticas que se desean ser siendo cangrejos de plasma. Como mórbidos lunares mofándose del beso azul de todo aquel que pasea los calendarios sintiéndose muerto. Como la piel cuando es bisel de espejos y deflagración de panela voraz de café que tiende riendas a las velas que olvidamos encendidas, ayer, mientras un pastiche de miga tornaba hogaza artesana entre tus dedos demiurgos de macetas en que se regodeen de charco los bisturís en que se me muerden los dedos, los besos, y tal vez, incluso, los versos que aún no te sé escribir.
Y el silencio ya nunca más y ya nunca más el miedo, te escucho, mientras hacen redil de arteria estas rodillas que le escarban al parqué maneras de madre tierra.
Mira, escucha: mira, te digo, mira cómo se retuerce el frío ahí afuera. Será, acaso, que busca tus músculos cuando con ellos tañes las cuerdas de todos los ocasos. Melodía de sierpe. Recorrido de notas rotas que brotas entre mis dientes. Muerde. Araña. Escupe. Vierte todos los silencios para que hagan caudal en que se reconduzca mi suerte. Es más que un deseo. Porque, como dijo el Poeta, me va la vida en ello.
Pero aun así, a pesar de las evidencias, tengo planes para abril como tienen planes de caudal lluvia serena profusa verde imposible rendida los brotes y esquejes de la brisa antigua que naces para saberte existir. Así, mis arritmias ya brotan raíces de sueño en que abril sea buen momento para celebrar el nacer del Universo mientras desenvuelvo un paquete de regalo bajo el que alguien sabio escribió que ya no hay necesidad de cercenar el tiempo.
Lo que hay en mis oídos me va a enloquecer... aquí, en la sed mortal