Sabe a ti este temblor de simiente entre
mis dedos, a pesar de ser solo remembranza del naufragio de mis labios al vórtice de tu deseo.
Los taxistas hacen
ronda en el aeropuerto a la espera de turistas de origen incierto.
Las farolas adiestran
con esmero su hambre de sombra huérfana de cierzo.
Los ciudadanos repliegan
su apetito en los palacios de invierno de la cena sin riesgo.
Y
yo paseo las calles de una ciudad sin vida, únicamente animada por el susurro de
hojas secas en que tropiezan mis labios tras pronunciar el nombre con que quise
apellidar el instante en que tu carne se hizo verbo.
Ahora, mira cómo me acaricio para depositar en el paladar, cual jugo robado a la fruta
inmadura de tu exceso, esta gota en que me vierto como lluvia suicidando su disfraz de nevermore y
reloj sincero.
Fue
primavera y ya es otoño, casi invierno. Y el verano, hoy, ente mis dedos, cual ambrosía
de recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
te escucho...