jueves, 30 de diciembre de 2021

habitante de mi sangre

... no fue la curiosidad
lo que me hizo huir con ella...
Enrique Bunbury

Afilarme en los vértices de todas tus espumas como el profeta en las aristas de su fe, sentirme poderoso en tus pupilas cual obrero que golpea al capataz antes de firmar su despido, aplicarle el silenciador al disparo de tu aullido cuando solo es sudor sin solaz, voltear el milagro de tu cuerpo para buscarle las costuras a dios, adecentar mi saliva sobre el mantel de tu vientre con esas maneras de mazapán y copa de anís que tienen las nubes cuando, de lado, corretean los cielos de París. Lamer el cuchillo de tinta que dejas siempre bajo la almohada, y maniatarme la aorta con ese cabello que olvidas en batallas hechas de sal y limón como tequila en la garganta de Nick Cave cuando susurra step into the vortex where you belong. Enfrentarle a las ventanas su cara de domingo cuando la noche se vuelve tierna en el dorso de mi mano y dejar tu sonrisa estallando en mi vientre mientras tu dedo pulgar busca callejeros napolitanos entre las atlántidas de mis dientes. Tatuarme tu aliento en la tráquea, cuando viene de noches sin doblez y perfil sin agua, por más que las agujas me despierten la náusea, y seguir amaneciendo escarbado de ti para regalarle al día este escueto pecho en que se acuna un cadáver que solo es hermoso cuando tu mirada lo pinta de césped.

Ser, al fin, ese músico desconocido que toque el triángulo en la orquesta de tus días y entre la hoguera de tus muslos cuando en mis dedos se hacen tierra.




2 comentarios:

  1. ya no hay nada que temer
    ya no hay nada que enseñar
    se precipita mi debilidad
    hacia la noche lenta del amor

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te escucho...