domingo, 23 de marzo de 2025

reverso y espejo del poema

qué barbarie de prolegómenos
nos trajo el verbo, qué reptil
de fósforo jugando a lo eterno

qué cosecha de versos que nadie entiende,
perdida su rima en nuestras lindes
cuando yuxtapuestos

qué ensayo de Frankenstein este
desmembrarnos entre las encías
por nacernos hacia dentro

qué atropello de taxidermia
en la mirada, qué deflagración de aullidos
mordiéndole los labios al estruendo

qué conjugación lisiada, con este 
múltiplo de probabilidades en que maridamos respiración,
logramos extirparle al tiempo



jueves, 20 de marzo de 2025

sobre mojado danzan párpados

Los días se deslizan como patinador inexperto. Tropo en que oficiamos quienes aspiramos al sustento. La melodía, como la procesión y siempre afilada.
Bisontes rumian los cielos. Climatología invertebrada. Una hoz como cucaña a la que amarrarse aun a sabiendas de que tus falanges quedaran cercenadas antes de alcanzar el premio. 
Prefiero soñar con caballos que pastan el clamor de tus pupilas a orillas de una playa aún no inventada.
¿Dónde el premio tras arrastrar por el fango todo lo que somos para comprender que no formamos parte de este negociado?
Días de borrasca. Tormentas agitando la nieve que nunca peiné más que entre tus dedos. Y las ideas aullando humedades contra la garganta voraz del alcantarillado. Sigue lloviendo. Algo crecerá en algún momento. Humedad es vida y aún atesoro precipitaciones entre las vísceras cuando ametrallan la memoria sobre la dactilografía infausta del teclado. 
Temporal ingrato para estados de ánimo infectados de melancolía y futuro truncado. 
Leprechaun, gnomo, duende que viene a recordarme el mañana con felina detonación de savia y sonrisa. Aprenderemos, juntos, a domesticarlo.
Y un aguacero de voz callada en la distancia. 
Repasaste el manual, una y otra vez, olvidando que quien lo escribió no había siquiera palpado la vida. Pulpa que comprendiste, como hirió el poeta, iba en serio.
Sigue lloviendo y 
«Me gustaría leer
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar. 
Lo mismo 
me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a última hora de la tarde.
Dónde están los poemas
que me alejaron
de todo lo que amaba
para llegar a donde estoy
desnudo con la idea de encontrarte».
Leonard Cohen

domingo, 16 de marzo de 2025

voz de arpegio

a Sendoa Bilbao, que danza timbres vocales para rimar ritmos arteriales


Dancen clarinetes y somnolencias en la desordenada Ciudad Lineal. O en la esquina de la 49 con Guadalajara, que no por inexistente es menos cierta ni deja de mentir sentencias de grafiti contra la herrumbre de orín en que el último perro vivo perdió su hocico buscándote. Noches de marzo que ya dobló el calendario y se retrasa porque aún no aprendió a danzar los dedos. 

¿Suena? Si no suena cuando caminas o tecleas, si no incendia las orillas de los adoquines bajo los que habitan las playas, si no derriba a la Rimbaud (Van Morrison mediante) un muslo británico tipo Birkin ni alas de colibrí amazónico inmortalizan las pestañas es que aún no lo has logrado. 

¿Carencia? Pregúntale al yonqui. Pregúntale a Burroughs cómo diseccionaba los párrafos. Pregúntale a Bowie cómo lograba emularlo. Pregúntale a un dios disfuncional por qué se disfraza de beatitud nada beatnik tras comprobar cómo el mundo que intentó inventar queda en trazo. Pregunta sin intención de hallar respuesta y danza sobre el escenario de un teatro que perdió la orquesta como aquella estrella de mar un brazo. Vuelve a crecer, dicen. Eso aseguran. Quizá sea leyenda urbana. Quizá nadie sepa de la sal tallando sílabas a una escollera cuando los operarios se ven obligados a ocluir esclusas.

Driblamos el espanto aun sabiendo que quedaríamos tullidos. Este rincón es tu espacio. Aprende, despacio, a recuperarlo.

miércoles, 12 de marzo de 2025

... y lo que se escribe no se deja de recordar

a Juamba d'Estroso (Lõbison)

Vierto inviernos entre mis manos estigmatizado por una instantánea sepia. Contemplo como venado en pánico la trampa de mi mano izquierda. Me desgajo las pupilas y las coloco en una bandeja de piel, frente al espejo en que todo se relata. La longitudinal presencia de un ayer hace nido en las sombras que se sueñan los párpados cuando, hinchados, esculpen ojeras. Para qué invocar al miedo si ya terror es tu envés y los picapedreros del salario incierto te desgajan los omoplatos a ritmo de despeñadero. 

Vierto inviernos entre mis dedos. 

Primavera es el apellido de todos los sueños. Y pronto torna verano para elogio de cuervos y cementerios. Siempre acaba mal prensado en pasaportes y en los calendarios de las estaciones que tienden a derramarse hacia el país de cuando jamás. Como una lágrima en pleno estallido de hipertensión arterial.

Primavera se apellida el deseo.

Ascendí Machu Picchu y mis falanges sembraron, entre los matorrales, garabatos de plasma tritón. Tiritón ante la premonición del frío contemplé el Illimani y mis pupilas se escanciaron en copas de barro. Esquivé el gargajo de la llama andina y olvidé las manos intentando no despeñarme montaña abajo. Regalé églogas a diosas con rímel de sangre en los párpados y quise hacer de un saludo oriental todo un vendaval de excesos que quedaron en la cuneta inventada de una playa brasilera curtida en turismos de espanto. Paseé el extrarradio y agoté alcohol adulterado en todos los bares que cerraban pestañas para que la policía no lograra amenazarnos. Dentro sólo los ritmos mudos del serrín, el timbre de una botella balbuceando el destino, la premonición de otra noche sin tinta y la mirada rota del camarero.

Ascendí carótidas insomnes en/sueños.

Ya no sé escribir, y qué más da si un día pude tiznar con mis dedos el titular que todos los noticiarios soñarían publicar. Aún las sílabas enjalbegando de saliva contorsionista mi paladar. Aún el martirio, el aspa, la madera, los clavos y los huesos recién tronchados por la presencia de un teclado que aún duerme a mi lado respirando un, dos... y es así que, sin embargo, se mueve. 

Siempre viva la escritura aun si no.

Olvidado el escalpelo. Bajo la almohada. Como el picahielo en aquella película que pretendía escandalizar sin saber que aún estaba por llegar el escándalo de las ropas llevadas y traídas, de las estancias impregnadas de aromas que se mastican, de las terrazas que dan a la mar, de las pupilas que lodazal cuando garganta las balbucea, de los brindis alados y las copas prietas, de la sonrisa punto de ebullición, de la música, siempre, y de la bomba de racimo virgen extra que emascula el corazón.

Perdido entre las sábanas el escalpelo.



domingo, 2 de marzo de 2025

donde encuentres un hogar


Aguza la mirada incinerando en cautela las esquinas curvilíneas de la casa. 
Aprendiendo a comprenderlas.
Learning to fly.
Intentando verbalizar hogar aquí, donde sólo late un remiendo fugaz de su existencia. 
Me asomo a sus pupilas soñando leer su mirada como un libro abierto.


Angiebook