«Las secciones rítmicas son criaturas muy sensibles»
John Paul Jones
Cada disparo un naufragio. La
vida es un escenario. Un pelotón de fusilamiento rebañando la sopa fría de la
noche detenida en el impacto. Un cráneo. Esquirlas y remembranzas más o menos
plañideras por los muertos que ya fueron. Esos de que nos rodeamos, incautos,
creyéndonos a salvo del pasado.
Añil de lumbre y fucsia de espanto
en la garganta profunda de un tajo expuesto como cantar aniquilado.
Vidriosa mirada
la del vaso cuando licores de ayer lo han traspasado.
No hay más copa que la del sostén de los pechos del verbo. Todo lo demás es literatura y, por tanto, engaño.
No hay más copa que la del sostén de los pechos del verbo. Todo lo demás es literatura y, por tanto, engaño.
Mentira de un trago diseccionado para beneplácito de las entrañas en fervor de aplauso y acidez de estómago a trasmano. Tememos portar la lógica del espanto. Nos
asusta la verdad cuando revelada. Ansiosos por seguir habitando nuestro propio engaño, nos desgañitamos y le buscamos la espalda a la luz allá donde invertebrada.
Es
hasta cierto punto cruel saber que pocos comprenderán esto, que es un poema sin
poetas y, por tanto, un poema bastardo. Sólo extranjero de ti, poesía, me siento extraño.
Un poema es una isla y la poesía, tal vez, sea el
náufrago, atlante inverso novicio de espumas.
Más allá de toda lírica, la extranjería es extraña. Y asumo que pocos comprenderán poco y muchos no entenderán nada. Como el ingeniero
de sonido que acompañaba a Jimmy Page mientras este mezclaba «Whole lotta love»
y naufragaba soñando revivir a un náufrago.

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