viernes, 17 de agosto de 2012

resacas


EL DÍA D   por Pablo Cerezal



Hoy es el día en que tengo que entrevistar a Charles Bukowski. Tengo todo preparado: la introducción, las preguntas, las posibles escapatorias a las posibles respuestas no deseadas, las frases oportunas para convertirme a la primera en un elemento “cercano” a su personalidad y su prosa…
Incluso he comenzado a beber temprano. Cerveza Miller, el genial brebaje del Doctor Henry. Es realmente buena esta cerveza. Nada que ver con la que me intenta colocar a diario el bueno de Jeff Beck. Si es que hasta el nombre que ha puesto a su cerveza da pereza: Beck’s. ¡Qué falta de imaginación! Debería dedicarse a la guitarra en vez de seguir ensayando nuevos sabores en los matraces malolientes que guarda en la trastienda de su negociado de ultramarinos. Al fin y al cabo el chaval es diestro a las seis cuerdas…pero su cerveza…prefiero la Miller. Entra suave y fácil y te desordena el campo visual antes de que comiences a dar cuenta del tercer litro.
El caso es que lo tengo todo preparado y ahora sólo pienso dónde habré dejado las llaves del coche. No puedo acercarme hasta allí en transporte público. El viejo indecente se ha mudado a una zona residencial cercana al hipódromo, en las afueras del Laberinto Visceral. Sí, pone la excusa de las carreras, tener cerca su zona recreativa predilecta, pero en el fondo creo que se trata de que los réditos obtenidos por sus escritos comienzan a engordarle aún más el ego. Al fin y al cabo a nadie amarga un dulce. Por lo visto ni siquiera acude ya a los bares. Eso le dijo al menos a Sean Penn cuando éste le entrevistó, hará dos meses. ¡Otro tipejo de cuidado! Así que sólo por ser actor de fama mundial tiene derecho a robarnos el sustento a los plumillas de medio pelo como yo, que subsisto a base de colaboraciones en fancines de dudosa distribución y aún más dudosa repercusión. Bueno, al muy mamón le quedan tres asaltos, el cine sonoro ya es un hecho y a ver qué opina el público cuando escuche su voz aflautada e histérica…todo se andará. Además: hoy es mi día. Cuando salga de la casa de Bukowski tendré material de sobra para comenzar mi andadura hacia la fama, estoy seguro.
Las llaves…y otra cerveza. Es imprescindible tener a mano una cerveza. Mejor cuatro. Un par para el camino y otras dos para invitar al viejo, eso le pondrá en situación de responder a mis preguntas.
¿Y el gato? Joder, quizás sea arriesgar demasiado pero creo que al escritor le gustan los gatos. Le puedo regalar el mío, así, de entrada, a bocajarro. Eso le rendirá de inmediato y podré sentirme más cómodo al lanzarle mis preguntas. Pero a mi mujer no le va hacer ni pizca de gracia. ¡No importa! Si supiese que la primera opción que barajé fue ofertarle sus servicios amatorios al viejo borracho…eso sí permitiría que la entrevista fuese fluida y relajada, y yo me sentiría más cómodo, más tranquilo…creo que voy a tomar otra Miller, lo empiezo a necesitar. Y repasar las preguntas, sí, aunque creo que están bien: estructuradas, directas, encadenadas, sin opción de concesiones al entrevistado. Las he escrito y repasado en la noche, como a él le gusta, él no escribe de día, piensa que es como acudir desnudo al supermercado, es mejor de noche, cuando nadie te ve y la magia fluye entre los dedos. Pues así lo he hecho yo, de noche y…y desnudo y bebiendo cerveza y dejando que mi santa se arrodille frente a mi lúbrica herramienta…eso siempre me relaja, no porque ella lo haga bien ni sea bella, eso es lo de menos, es simple cuestión de nivelar necesidades. En esto le doy la razón al viejo: el sexo es como un trance: un momento en que te instalas con la necesidad de la urgencia y que abandonas con la urgencia de la necesidad. Ni siquiera existe la belleza, y menos en mi mujer, jajaja, ¿cómo decía el bueno de Bukowski? Sí, algo así como que al mirar a una mujer de las comúnmente consideradas hermosas a él le parece estar mirando un plato de sopa, sí, es agudo…
¡Venga! Las llaves del coche…y el gato, ¿por qué no? ¡Sí!, ¡tú!, pequeño bastardo, ven aquí, no me hagas correr tras tus zarpas malolientes, te voy a llevar con un amigo que te tratará mejor que el plato de sopa fría que te hace las veces de dueña, ya verás…
Y los papeles. Debo hacer un último esfuerzo por memorizar el orden correcto de las preguntas. Deben fluir con sencillez: sinceras y directas, como las que le haría a un amigo. Tengo que ganarme su simpatía, conseguir que se sienta frente a un colega de correrías. No puedo aparentar el vulgar entrevistador que soy. Al fin y al cabo pretendo que esta sea la primera entrevista en que el maldito viejo indecente se sincere y no juegue al ratón y al gato con el periodista dando información falsa y carcajeándose como una anciana desdentada. Le gusta contar mentiras en las entrevistas, siempre lo dice. Pero conmigo será distinto. El gato y las cervezas le pondrán de mi lado…y ¿las llaves?, ¿dónde están las malditas llaves? ¡joder!, no puede ser…mi mujer…fue al supermercado y me dijo que se llevaba el coche mientras yo repasaba las preguntas…
No puedo ir en transporte público y no tengo dinero para un taxi. Si llego tarde seguro que ni me abre la puerta, el muy cabrón. Bien, cogeré más cervezas y me acercaré al supermercado. En cinco minutos pasa el autobús que me deja allí. Interceptaré a mi mujer y le cogeré las llaves…y el coche…¿y el gato? El maldito revisor seguro que se percata de que lo llevo bajo mi impermeable y no me deja entrar al bus. Venga, vamos, tú, ven aquí conmigo…
Todo saldrá bien. Todo va a salir bien. Todo ha de salir bien. Todo debería salir bien. Todo saldrá deliciosamente bien porque todo fluye deliciosamente fácil y suave.
Tres minutos. Se ha adelantado un minuto. Gracias a que la cerveza me espabila y pone alerta. He sido rápido y el gato está inconsciente tras el golpe que le he dado con el culo de la última botella consumida. Al menos respira, no lo he matado. Menudo plan si le mato. ¡Qué panorama! Presentarme en casa del egregio literato amante de los gatos con un ejemplar muerto. Aún así me encuentro tan lúcido que habría podido sortear el problema. ¿No es el propio Bukowski quien asegura que la violencia no se puede retener en el interior?, ¿qué es una energía que tenemos que sacar si no queremos volvernos locos? Pues eso, le diría que he sacado a pasear mi violencia para no volverme majara. Así me contaría de inmediato entre “los suyos”.
Todo saldrá bien.
Odio los autobuses. Apesta a perfume rancio y sudor acartonado. Y a cerveza. Aunque por la mirada de la anciana de mi izquierda el que debe apestar a cerveza soy yo…no importa, ella no tiene ni idea de que tengo una cita con el gran escritor Charles Bukowski, que me he bebido ya más de cinco litros de Miller, que llevo un gato amordazado bajo la axila derecha, que me dirijo al supermercado con la firme intención de comprar un corpiño y unas bragas de cuero, localizar a mi mujer, golpearla hasta la inconsciencia, meterla en nuestro automóvil, desvestirla y volver a vestirla con el corpiño y las bragas, tomar camino hacia la casa del escritor y…regresar con la mejor entrevista a Bukowski que jamás se haya publicado. Con esto me gano una sección propia en LaLetraCruzada®, ¡seguro! Cierto, regresaré solo, sin mujer y sin gato…pero estoy seguro de haber dejado al menos un par de Miller en la nevera.

por Mailer S. Thompson


Pablo Cerezal, de Los relatos de la letra cruzada.


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