jueves, 25 de mayo de 2023

epicúreo y blasfemo

no encuentro la promesa de un despertar cuando entre los bolsillos de las costillas me busco y solo se me manchan los nervios con la costra que tus garfios como dedos perpetraron a la orilla del silencio de esta habitación casi de hospital en que se retuercen mis dientes llorando los golpes que les propinó tu nombre

es hora de acariciarme, tu lengua dactilar mi huella, me digo, y escupir a esa octavilla de gimnasta cristiano que me mira alucinada de bailes hasta el final del amor golpeando el retrovisor del taxi que me retrotrajo a la gruta en que hizo jauría de ti mi saliva

me gozo y te inflijo el más cruel de los acertijos, ese que me regalaste, ese al que no encuentro respuesta mientras maldigo todos los domingos en que trocas las veinticuatro horas que dejas rotas de ducha recién planchada y mirada como lirio que ya quisiera Lorca, loca... ¿de amor?

no sé escribir con los dedos vueltos del revés, no me lo tengas en cuenta, sanguinolenta dactilografía del panal de tu sonrisa, de la hiel de tu espalda desorientada entre mnemotecnias turísticas que ya no son mis falanges queriendo inventarte masajes y ruinas, tal vez improperios que lanzo a un dios cobarde al que aplastaría el cráneo, una y otra vez, para soñarle bien esparcido su líquido cefalorraquídeo engreído

y miro la bacanal, y me río y le grito que solo agita esperma apesadumbrado por no poder verterse sobre este vientre que ahora, aquí mismo, en esta cama de hospital, lames y creces y pronuncias para que yo me abandone al absoluto desastre de amarte absolutamente antes de disolverme



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te escucho...