jueves, 27 de junio de 2024

paladar de leche recién mugida

Envenenada mordedura del alcohol cuando sólo ansías otra dentadura. Qué fácil abandonarse a la derrota, sentarse a ver girar las herraduras saludando desde el balcón a la dúctil tropa de la melancolía y ensalivar de sal otra copa sin tequila, masticar otro vidrio como permitiendo el paso, de rondón, a escarchas de carmín que cristalizaron en todo el vino que ya no. 

La derrota es un páramo en que se parapetan los cuerpos de todos los ejecutados.

Ya ningún asesino puede engrandecer su arte con el cable de un teléfono.

Pero hay ondas, también radiales y, ambas, unidas, se ensartan violentadas en el postrer gemido que queda reverberando córneas cuando la noche nos convoca. Ondas radiales y ondinas desgarrando las fechorías que aún nos prometemos cometer. A ellas me agarro. En su engreída belleza me daño.

¡Ánimo, exploradores!

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