lunes, 16 de septiembre de 2024

inmediatez del verbo recreado

dijiste que no alcanzaba a comprender o no escuchaba, tal vez no quisiese hacerlo, que nadie desea escuchar ciertos toques de campana, 

que el mañana era una alfombra de pétalos eviscerados y la premonición de un desgarro en el muslo, que la felicidad breve como pecho no ejercitado y que las copas de vino saben a mezcal porque la realidad siempre es mexicana, que la escapada nueva ola y su espuma mastica peces como fritura turística aliñada por las noches que no se duermen en calma, que las metas elipsis de futuro y sólo importa estar siempre en el camino buscándose los pies para masticarlos con dientes de gitano húngaro huérfano de violín y metal bien timbrado, que los ríos dan a algún puerto cuando los mástiles danzan marea calma al albur de la carne tensa y tan afilada y escueta como caníbal entre las esquirlas de barriles de ron o vientre de vidrio desangrado por la media tarde, que el baile está esperando su propia defunción para verte dervichear (eso no lo dijiste, yo lo confirmo) entre velas inciensos candiles y pupilas ya perdido el color que nunca tuvieron tal que escabechadas junto a una voz que ansía desgajar arterias al vientre de un furgón policial de atraco inverso, 

que la duda enrosca su piel ofidia al tobillo roto de la madrugada, dijiste murmullo cuando la noche era un ciempiés y todo lo oscuro tronaba





domingo, 1 de septiembre de 2024

trote cúrcuma y canela

a Sendoa BilbaoVíctor García Álvarez

Seguimos en la cocina, como ayer, disponiendo en cirugía inversa los alimentos. También música lo es. Se puede masticar toda vez que esté cocinada para embridar. Cabellos, decía anoche. Caballos cabalgamos hoy por más que les añoremos el lomo y su envés. Ambos se dejan recorrer mientras galopan humedales asiáticos y monzones caribes. Ambos contemplan las dunas del Sahara desde su mirada girostática como fermentada en el altiplano. Allá donde el oxígeno escasea porque se lo robaron unas pupilas para hacer con él figuritas de barro. Como el caudal de las esperanzas entre la dactilografía alfarera de una pitonisa que cruza los dedos antes de hundirlos en lo más profundo del sueño anhelando ver cómo sangra. Fugaz sabiduría del futuro añorado, no por futuro, sino por certero y exacto, aunque sólo durase un instante. Hacerlo suyo, pretende. Provocarme la punción del teclado aun sabiendo que mi carne ya se duele de herradura con el envés tatuado. 

Caballos cabalgamos y cabellos mezclamos con cúrcuma y canela que los anestesie de daño. Hemos preparado, con delicadeza y brutalidad, el banquete del que no quedará resto si lo decidimos devorar.

Desde lejos, venciendo mareas, perforando firmamentos, metálicas aves de paso que no desean pasar de largo ante nuestro ágape de fiebre, seda y puñal. Caballos que se sueñan calmos en la hora de abrevar los pastos de un futuro que, no por incierto, deja de sentirse real. Hoy es ayer y necesito repetirlo hasta la insaciable saciedad. En esto creo. Esta es mi realidad.