Anoche soñé con una carretera perdida. Un cangrejo desordenaba faquires en mi tráquea. Anoche soñé con lo raro. Anoche soñé con Lost Highway y con Laura Palmer. Con cordilleras gemelas que tal vez vez coronen San Francisco con un beat, con un asesinato invertebrado entre las falanges del ser amado y una oreja recién seccionada para mejor erigirse en manjar de hormigas y en silencio ante el estruendo de la distancia y el aliento gastado. Anoche soñé, y un señor de crespón blanco como cabello mal peinado me desgranó el parte meteorológico mientras susurraba que mis canas sólo son subterfugio del crecimiento hacia lo hondo, hacia dentro del tiempo bien empleado. Después sonrió y David Bowie aulló «cruise me blond, cruise me babe» mientras yo me dejaba naufragar a tu costado soñando lo ya acariciado como en un sueño Hollywood a lo Nick Cave del que sólo se salva el sagrado costado de tu respirar calmo. Fue fugaz, pero me acompañó hasta un despertar en que me vi aprehendiendo los movimientos faciales de un duende partido en dos o una pesadilla que no sabe de daños. Anoche pesadilla fue fulgor. Anoche te soñé, y respirabas descanso a mi lado fulgiendo en tu costillar, como en el caparazón de la tortuga a la que Momo persiguió reptando, todo es mentira, yo no me he ido, estoy a tu lado.
Vengo de visitar un solar, solitario y desparejo, de revisitar un sueño, y la realidad me golpea con otro martillazo de contrariedad. Vengo de pasear un parque y perseguir a un pavo real. Vengo de abismarme en el manotazo brutal de sus alas como pupilas que escarban la irrealidad y me sorprendes tú, sí, siempre cerca, con la máxima irrefutable del ocaso que será siempre amanecer porque nunca dejará de crecer cuando te intuye. Todo punto final es un punto y aparte y todo es realidad cuando la Belleza se esparce. Al poeta. A los poetas sólo puedo susurrarles, al oído, lamiéndoles ese lóbulo en que las voces se hacen grandes, un susurro que me recuerda que la realidad es mundo y aparte. Un punto tras el que, aparte, me puedo apartar del ruido y la quebrada sinrazón de la irrealidad descalza mientras lamo los dedos de sus pies. Ahora sólo escucho el parte meteorológico y muerdo una oreja y el mundo se quiebra y todo es mentira porque te siento latir a mi lado.
Hay un solar y hay un martillo. Hay un amanecer en que esparcen versos los invertebrados grillos de la ausencia que no puedo celebrar contigo brindando con copas vacías y licores recién exprimidos. Todo es una carretera perdida que siempre va hacia ninguna parte. David Lynch que, junto a todos los poetas, estás en el fango de mi paladar: te muerdo y nunca dejaré de hacerlo porque a pesar de que sueño y, por eso, no lo estoy.
Pero te escucho. Y ojalá me escuches cuando te digo es mentira. Es, todo, un sueño y después sólo queda un solar vacío y un saber que todo es mentira y un preguntarse qué hacemos con tanto ruido en las pupilas.
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te escucho...