jueves, 23 de octubre de 2025

en cada cima

Caer para volverse a levantar y levantarse sabiendo que la próxima caída está más cerca y que quizá no la soporten tus rodillas. Creer y soñar que el simple acto de creer logrará salvarte de la realidad. Construirte un palacio mental de poemas y temblores, referencias y estertores, clarividencias y soflamas que será mejor te ahorres. Pero no lo haces, y declamas y clamas ante un público que, bajo la arena, mastica las raíces secas del poema. Urdir con mimbre los sueños a la espera de que una incendiaria secta los convierta en pasto para estos que, a través de la pantalla, nos proclamamos, alegremente, humanos.

Vicente Muñoz Álvarez decide hacer borrón no para hacer cuenta nueva. Simplemente deja buena cuenta de un período de su noche en la tierra y continúa adelante, siempre, como Rimbaud que evitó morir en Adén, como profesor de emociones subido a una mesa bajo la que embriones de cantores cantamos «oh, capitán, mi capitán». Whitman hunde los dedos de un lebrel entre sus machiembradas barbas, blancas como la piel, lo más profundo que tenemos, ya lo dejó escrito Valéry. Y Vicente abre las puertas al cantor de la democracia clamando, como él, por la verdadera democracia. Tan anarquista ya en estos tiempos. Tan revolucionario al retratarse ácrata. Y pone en limpio su memoria sucia y nos la regala en esta Antología que, no podía ser menos, viene con bola extra, ya tallados todos los tapetes de los bares de extrarradio con la ecografía de la ilusión y el estilete del llanto por lo que no nos dejaron vivir. Pero lo vivimos, y aún estamos vivos. 

No olvidaré, nunca, que gracias a Vicente, como tantos, no me avergüenzo de escribir. No lo olvidaré y hoy lo dejo por escrito ya que, parece, es lo único que medianamente sé hacer. Mientras tanto, me sumerjo de nuevo en el ritmo furioso de los tiempos que el bardo, desde hace años, nos ha venido narrando con su voz de rapsoda alucinado. 

Esto, sí, es sólo un pedazo de su noche en la tierra (me repito, lo sé, pero, cuando vivo y todo sangre, recuerdo que en la repetición habitan todos los mundos que soñamos aprehender). A quien se asome a su vértigo de manos que abrazan el vacío y huesos que abrazan el abrazo corresponde comprender si la noche acaba cada mañana o simplemente se alarga en una lánguida y hermosa deflagración de piel contra piel cuando bien regulados todos los termostatos. 

Este volumen es un delicioso mordisco propinado a tantos sueños que, por no atrevernos a hacer realidad, decidimos aniquilarnos. Leer es un verbo zafio cuando abres estas páginas, y siempre preferiré hablar del sentir que te provoca comprender que, como tan bien cantase mi amado Rafa Berrio, «Sísifo releva a Sísifo en cada cima».  

Gracias, siempre, hermanito, mi drugo, por esta nueva cima que me empujas a alcanzar. Ya, de regreso, nos vemos abajo. Tu abrazo nunca se cansa de esperar. He ahí la Poesía. Ya, de nuevo abajo, me recompongo y cuento hasta mil para seguir subiendo hasta la siguiente cima, con tu pulso de poeta recordándome que soy «humano demasiado humano».

sábado, 18 de octubre de 2025

muérdeme la luz

«Detente este día y esta noche conmigo y alcanzarás el origen de todos los poemas».
Walt Whitman

Todo noche los intentos que nos fracasaron. Todo luz el envés cuando los masticábamos pulcros de errores y erróneos de acantilados. Dúctil seda acompasando la tibieza sucia de la madrugada. 

Contemplo tu mirada apuñalada por la luz cuando criminal cobarde tras la ventana. Tu piel ebria geografía, mapa en que pierden coordenadas la ingrávida Guayaquil, la escindida isla de Juan Fernández y el flujo severo del río Urubamba. Tus labios origen de todas las dicciones que parieron los diccionarios, del latín al cirílico y vuelta al extrarradio, y mis pasos mejor cuando junto a los tuyos descalzos. 

Todo es noche a pesar de esta huelga de nubes en el exabrupto continuo del barrio en día sábado que bien podría ser efeméride de algo. Mis dedos ensayan danza de lluvia que invoca húmeda sal del último baño atlántico. Trenzando la arena, caballos salvajes disfrazados de bisontes disfrazados de tormenta disfrazada de baile disfrazado de fin de fiesta que se ignora a sí misma haciéndose canción que simula apagarse y sólo retrotrae, como tanino de Syrah, Cabernet Sauvignon, Malbec, Petit Verdot, Tempranillo y Merlot, al largo paladar de la media tarde. Rotundo vendaval de frescor que abre senderos, entre tomillos secos y madera quemada, hacia la fábrica de chocolate que heredó CharlieCuánta elegancia anida este gusto a milagro desde lo más hondo del sabor que naufragó la carne para enseñarle a Jesucristo qué cosas son los milagros. Trocar el agua en vino estuvo bien. Pero atrévete a trocar en mantequilla el daño cuando se fisura una costilla, que eso poco sucede y de ello poco se dice y para qué, si no es necesario. Han muerto demasiados calendarios y nadie, después, lo ha vuelto a intentar. Ha pasado el tiempo. Hemos aprendido a nombrarlo y ya existe como memoria del porvenir y aun sin saber qué hacemos con él no dejamos de inventarlo. 

Todo es noche cuando arrecia el ansia de cópula en que se enzarzan los gatos. Saltamos, como ellos, desde la terraza pero hacia arriba, para alcanzar tejados sobre los que, bien sobrados de mandíbula y canto, comprendemos no haber llegado más alto. Más ya no es posible que como cuando abajo y tan adentro. Lo demás es literatura de centro comercial y galardón zafio, esa que contradice los latidos enhebrados junto a un nuevo entramado ferroviario. Extinta ya la secular separación entre carne y alma descubrimos que retorna la noche cuando todo es partir. Pero blancos nuestros pies aún, masticados de luz, reptando grietas horadadas en nuestro enloquecido vals de peonza que se robó las falanges. 

Todo es noche, todo es piel, todo es luz y tú la muerdes. Como intentar aprender cómo aprehender el poema por siempre.



sábado, 4 de octubre de 2025

lógica del caos

patio de butacas de un teatro ciego que cree en los milagros, voz que rasga el misterio, divinidad del tiempo cuando diapasón que entierra todas las bombillas huidas del escenario mirad

la revelación, una plegaria aquella tropa de sillas desperdigadas bajo la arena que durmió los ojos al público las pupilas apagadas, un surco las papilas, un incendio de saliva la voz encendida, linterna de acordes este

bendito murmullo de falanges dictando el recorrido del bíceps que anida en mi brazo derecho este alarido de miel nombrando con sigilo todos los antaños en que me arrodillé por dentro una y otra vez y otra

renovada sabiduría en la derrota, fe en la palabra cuando dibuja el verbo más bello es caricia, cansancio que sonríe, sendero de voz que edifica ciudades al empedrado ritmo detenido en gargantas que no saben tañer a muerto


somos un teatro de sombras y una mirada que late comunión cuando se quiebra el aliento.


miércoles, 1 de octubre de 2025

voz de ti o la cara oculta de la gravedad

«El cocodrilo astronauta soy en órbita lunar»
Bunbury

Has desgarrado el techo al paladar de un recinto ferial reordenando el campanario de los daños que ya fueron, tu voz redoble desaforado ignorando un ceda el paso a todos los instantes detenidos. Y Dalí añadiendo una letra a su Ivànovna sólo por nombrar el Amor, círculo cuadrado en letras impares, sílabas pares, Munay, has cantado y saltado todo sonrisa como recién brotada del cuerpo cavernoso de una seta, dientes adoctrinados en el alambre funambulando los bordes de una balada al bies de un escenario. En tus pupilas han vibrado mi exceso de noches sin sueño y el nervio del afeitado cuando tajo de sal revela linotipia hindú al parpadeo. Bindi en mi testa sin corona de cabello el mordisco termonuclear de tu iris cuando tan cerca que sólo universo. Y después preguntarme si esa canción es de sus preferidas. La curiosidad mató al gato, pero Angiebook está a salvo. Adivinas lo que nunca te dije. O me miento, pero adivinas porque divinamente me examinas sin que yo llegue siquiera a advertirlo, hijo. Es muy Bowie, me dices, y yo me pregunto si te refieres a él o a quién y cómo es posible que lo comprendas y, a la par, abraces mi desmembrarme cuando intento yo comprender ello y hoy o aquí y ayer o esto y antaño y piel o mañana o qué. Lady Blue aullamos asomados al huracán sólo para comprender que nada se fue porque nunca lo soltamos mientras una estrella guiña el ojo que no le tajó Buñuel y tú me dices que es como el que le dañaron, de niño, a David. La voz a ti debida, susurraba el poeta. O es la piel, que me enloquece, decía otro que me acabo de inventar. O es que la piel es de quien la eriza, inventaron que decía otro más. La piel, como la voz, tan de espina y envés, tan de sutura y su revés. Y mientras, la voz que nos debemos sin obligación ninguna más allá de la que nos dicte la sangre cuando sea tropel de palabras que podríamos considerar poesía. La voz que te debo es liviana como la piel. Igual de profunda. Todo es liviandad a pesar de su peso y los astros orbitan alrededor de un arpegio que se quiebra en tu voz niña. Todo es quietud tersamente sostenida por las nubes tiburón que, cuando dentición seccionada por el espacio acordonado del recreo, obligan a cuestionarnos si contemplamos atmósfera o cielo. Eran azules los ojos de Bowie, ¿verdad, papá? Sí, claro, azul claro, o tal vez oscuro. Entonces no es blue. No, el blues es azul y porta perfil de melancolía, pero conjuga con el verde los verbos de la mar para enfurecer al cielo que, cual dios airado e impotente sólo alcanza a extirparles el añil que anida tu paladar azul y rosa  como aquellos pigmentos que transitase Picasso y nunca supo acertar Dalí en sus lienzos. Todo es color cuando te contemplo asalvajado. Y pienso en aquellos dos demiurgos y me pregunto tantas cosas. Cosas. Es hermoso recurrir a la nada del lenguaje cuando no sabe nombrar y sólo dice: cosas. Mirar cosas. Quemar cosas. Todo aquello que carece de cuerpo se convierte en cosa, pero aquí hay cuerpo, vértebra y arteria, entre nosotros nudo que no se desatará en ninguna caverna. Nudo que no fosa. ¿Éramos dos, uno, tres? El bardo se desgañitaba. Santísima Trinidad de la garganta que se viene desde adentro. Beat-itud mientras actitud la tuya cuando peluche entre las sábanas que, de nuevo, olvidé pertrechar contra el augurio del invierno. Que ya refresca por la noche, papá, y más cuando amanezca. Lo sé. Lo sé, pero comprende tú también que aún sabemos domesticar la temperatura y detener la gravedad. Así es ahora como lo ha sido, ya fue, en este karaoke emocional que nos acabamos de regalar parasiempre.

Gala/Dalí revisitada/os por Munay