patio de butacas de un teatro ciego que cree en los milagros, voz que rasga el misterio, divinidad del tiempo cuando diapasón que entierra todas las bombillas huidas del escenario mirad
la revelación, una plegaria aquella tropa de sillas desperdigadas bajo la arena que durmió los ojos al público las pupilas apagadas, un surco las papilas, un incendio de saliva la voz encendida, linterna de acordes este
bendito murmullo de falanges dictando el recorrido del bíceps que anida en mi brazo derecho este alarido de miel nombrando con sigilo todos los antaños en que me arrodillé por dentro una y otra vez y otra
renovada sabiduría en la derrota, fe en la palabra cuando dibuja el verbo más bello es caricia, cansancio que sonríe, sendero de voz que edifica ciudades al empedrado ritmo detenido en gargantas que no saben tañer a muerto
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te escucho...