jueves, 27 de diciembre de 2012

blanca Navidad

Las calles de Cochabamba se desperezan al ritmo inexacto de correteos infantiles. Ha llegado la Navidad y, con ella, centenares de familias que mascullan, entre cariadas y hambrientas dentaduras, felicitaciones y limosneras súplicas. Han bajado de los escalofríos nevados de la cordillera. Han llegado de la marea estanca del campo. Vienen del lóbrego poblado de madera crujiente y pan de ayer, a esta tormenta inversa de cemento y vidrio que es la ciudad. Abandonan paraísos como prados para sembrar destellos de lacerante indigencia aquí y allá, entre los adoquines, a la sombra del tráfico, a la puerta de los mercados y entre los labios de las alcantarillas. Y llegan acompañados de sus retoños, que convierten la tragedia de la mendicidad en una comedia de juegos inconscientes, sonrisas dinamitadas y miradas de peluche.

Vienen a la ciudad porque esperan arrebatar a sus habitantes la limosna que les asegure la continuación de los días. Creen ferozmente que hallaran la bondad de sus compatriotas jaleada por esta marea de paz y solidaridad universales que la Navidad, ¡ay!, debería instaurar en los corazones humanos, si de honrar las prédicas de su inventor se tratase. Atestan las calles con sus ropas de carestía y sus proles de apetito, rebalsan en las aceras la marea inconsciente del consumo y la podredumbre, tan callados, ocupados tan sólo en su mano alzada al transeúnte, a la espera de monedas, migajas, prendas de vestir que les desvistan el miedo a un futuro que, en su caso, llega con adelanto. Tan en silencio, ya digo: sigilosos como el rugir de una tormenta abortada por los caprichosos designios de la polución. 

Es así que, en Cochabamba, como en cualquier otro lugar (me temo), los desheredados del banquete universal buscan entre la multitud la gema silenciosa de esta minería de escarnio en que convertimos, los humanos, la dulce Navidad

...hambre y progreso...¿para qué uno sin el otro?, ¿con qué motivo? 
...lo ignoro, no tengo respuestas, tan sólo pregunto...

Vienen de los cerros, de la verticalidad horrenda de cordilleras sin mañana, de los pastos incendiados en ignominia de un progreso que ignora lo verde, lo claro, los valles, los cielos. Vienen de la ciudad subterránea para invadir nuestras calles con sus andrajos y súplicas de pan y moneda. Aquí, ya digo, como en el resto del orbe: el pobre aprende del rico que éste debe refregar su conciencia en la piedra maloliente de la limosna y el favor. Es por ello que bajan a la ciudad sin límites con un fronterizo rezo demoliéndoles la dentadura. Es por ello que invaden las acequias de hormigón y ladrillo en busca de la migaja que nos sobra o no nos place. Mendicidad latente de la Navidad y la Buena Nueva. Mendicidad oculta entre los rieles de ferrocarriles que conducían al futuro y quedaron en mero atropello de fraternidades y comunes esfuerzos.

Ha llegado la Navidad, ya digo, con su manto maloliente de pavos asados y cebones sacrificados a la mayor gloria de la gula y el exceso. Ha llegado la Navidad, en el día, para replegar su manto de banquetes desperdiciados, en la noche sucia de cartones remendados y pies ateridos en que habitan los habitantes de la montaña, los montaraces supervivientes de la cordillera, los desheredados...los conocéis, vosotros que habéis tenido el valor de enfrentarles la mirada. 

Ignoro si es mejor cristiano el que les ofrece la dádiva de la limosna y el mendrugo de pan (siente a un pobre en su mesa) o el que se niega a siquiera mirarlos para no favorecer su inactividad pordiosera (la igualdad no es posible). Sólo creo poder comprender que ellos también anhelen el tiovivo de electrónicas y lujos a que nos someten (a unos y otros) los voraces dueños de mercados, bolsas y gobiernos, y tal vez sea éste el verdadero mensaje oculto del dios de los cristianos: la igualdad entre los hombres y, por supuesto dejad que los niños se acerquen a mí, independientemente de que calcen zapatos de barro y vistan túnica de lamparones.

La Navidad, en Cochabamba, no es blanca...salvo por el refulgente latigazo de este sol de mediodía que amenaza devorar las noches.

1 comentario:

  1. Releo esto a un año vista... y sigue impresionándome. Texto testimonio, texto-verdad, sobre la otra realidad de estos días. Aquí y allá, en todo el orbe, la alegría y opulencia de unos es escasez y esperanza de otros. Maldita Navidad que es plenitud para los que tienen y vacío para los que forman la legión de desheredados de la Tierra.

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te escucho...