a Naikel, Jenny, Fer, Edgar...a todos los que van y vienen...porque siempre están regresando
Hay personas que recorren los senderos que la mayoría decide ignorar. Espíritus, no libres, tan sólo espíritus que se reconocen como tales y como tales deciden vivir.
Hay personas que deciden beber a dentelladas la vida que nos es dada. Almas sin pena que por la pena ajena vagan para mejor curarla.
Sí, existen personas que sin miedo a los candados, que no encuentran amarrados a frustrantes ansiedades fabricadas para cercenarnos los sueños y la ebriedad del silencio, la mirada y el tiempo con su etiquetado tictac de fragores ruinosos y envejecimientos prematuros.
Allá, lejos, donde nací, y donde tantos de ustedes lo hicieron, y tantos otros ahora moribundean las horas que les regalaron una noche de pasión un par de personas que sólo jugaban a reconocerse en sudores, latidos, crujidos de una piel efervescente de amoroso murmullo, allá, lejos ahora, ya digo, continúa la danza farsante del prestigio que anida en ropajes de nombre voluminoso y talla escueta, el delirio imbécil de las cifras que nada dicen aunque pretendamos que nos digan y hagan de nosotros algo que no somos para mejor amedrentar al extraño, al otro, al amigo incluso. Bailan y siguen y seguirán bailando las desalmadas almas que dejaron de serlo, rodeadas de otros fantasiosos espectros engalanados de oropel y burda burla hacia el que no tiene, el que no posee, el que no sabe, mientras existen personas que confían en que todos tenemos derecho a saber...revolucionaria creencia en estos días de pelea y hambre...
Aquí, ahora, acá, en estas tierras que alguien quiso nombrar américas y algún otro hispanoamérica, latinoamérica, qué más da el distintivo, qué nos importa el dominador apelativo. Digo que aquí, ahora, ya, andan recorriendo sendas y vagabundeando abrazos, personas que creen en las personas y que despiertan de un naufragio de sangre guerrillera en que se hundió un día la semilla de la esperanza, la fantasía de la igualdad, la quimera de la vida en paz hermanada a la Pacha Mama. Allá se ríen, ya lo sé, y les llaman perroflautas, costras, vagos, maleantes (reminiscencias de una ley antigua que, ¡ay!, reverdece estos días), y un sinfín de apelativos que no son muestra más que de la estulticia mental y la ciénaga imaginativa en que chapotean los motores de sus deportivos, las valías de sus chequeras, los desvelos de sus multimillonarias hipotecas. Lamentablemente el insulto y la mofa sólo son producto del miedo, ni valor tienen los que ofenden para defender unos planteamientos prestados por los esclavistas propietarios de la moneda y el odio.
Pero hay personas, ya digo, que no necesitan más techado que el festival de nubes, iluminaciones, tormentas o calimas con que les provee esta bendita tierra que gustan de festejar a cada uno de sus pasos. Llegan de Colombia, abandonando cumbias, tiroteos, guerrillas desprestigiadas, paramilitares feroces, sólo para recoger esencias, mezclarlas en su mochila de sueño y esperanza con un puñado de harapos, y regresar engrandecidos por la humildad del poeta y, como el poeta, para regalar, no para pedir ni mendigar, ni mucho menos exigir. También abandonan tangos argentinos laburados a la sombra de una traición femenina, o corridos mexicanos que celebran la existencia a punta de botella de mezcal. Otros llegan de ese Madrid que en ocasiones añoro, un Madrid de abrazo y malabar de sonrisa tierna funambulista sorteando el precipicio, entre la carcajada y el beso. Llegan de todas partes, vienen y van, marchan los caminos con la voz alegre de canto y el espíritu libre de cadenas.
Lo sé, por allá se ríen de ellos, en cenas de lujo y celebraciones de relumbrón. Pero ellos tienen la llave y nos enseñan que podemos cruzar umbrales, puertas, senderos, vidas para hallar que la nuestra sólo se sostiene por un puñado de necesidades básicas a las que deberíamos regresar antes de descubrirnos muertos.
Ellos ya dan las gracias, a cada paso, con cada acorde. Yo no sé. Me queda grande. Espero no me culpen por mi torpe intento...mejor le dejo la voz a los poetas
Siempre ahí,Pablo. Qué gran texto. Que maravillosa reflexión. Un abrazo.
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