martes, 2 de julio de 2013

jugando a la sombra

  camino de los tigres

las ratas.
las de la cárcel.
a las que prendíamos
fuego
en el centro del patio.
se arrastraban por el suelo
con su cuerpo envuelto
en llamas,
camino de los tigres.
...
se arrastraban en esa dirección
porque allí tenían su casa
porque querían morir
rodeadas de los suyos
...
David González

Hay un llanto azul cobalto que perfuma los barrotes. 

Hay una mano de juguete intentando rectificar el dibujo de un sol entristecido. 

Hay un absurdo estropicio de humanidad perdida. 

Hay, cada día, en muchas (demasiadas) cárceles de este mundo por el que paseamos nuestra indiferencia, un infantil ejército de sombras que no queremos penetrar. 
Hoy, aquí, en Bolivia, cientos de niños pierden el rumbo de su edad entre pasillos que no son de colegio y patios a los que no llega el recreo, a la sombra atigrada de las rejas con que ellos juegan a dibujar cebras africanas e imposibles.
Son los hijos de la cárcel, los impedidos vástagos del desconsuelo. Bolivia no ocupa sólo la primera posición en los denostados rankings de pobreza con que los buitres puntúan la evolución de los países de América del Sur, sino que también se coloca a la cabeza de los que confinan a sus presos en cárceles que más bien parecen ciudades. Ciudades del extrarradio. Y hablo del extrarradio de la sociedad, no del metropolitano. Ciudades dentro de las ciudades. Metrópolis sin servicios básicos pero con densidades de población cercanas a las que debería registrar el Infierno de los cristianos, caso de existir. Y es en estos centros penitenciarios bolivianos donde los presos que han cometido el desliz, o el crimen (quién sabe, lo que en los acaudalados es bendición en los desheredados puede ser error mortal) de la paternidad, en los únicos que, a nivel mundial (ONU dixit), se permite que los inocentes descendientes de los reclusos vivan en su compañía. Decían algunos, al parecer, que nada de nocivo tiene el que los hijos puedan seguir gozando del amor filial. Pero estalla la bomba cuando se descubre que ese supuesto cariño de quien ha engendrado otra vida, se troca en sucesivo abuso sexual de una niña de doce años, repetidamente, durante eternidades de tiempo y cicatriz, por los diversos miembros de un clan familiar que habita los interiores noctívagos y venenosos de la cárcel de San Pedro, en La Paz. Las autoridades, haciendo gala de su autoridad, se disponen a desalojar a numerosos infantes de los sucios claustros maternos de las penitenciarías bolivianas. Comienzan a aflorar las ofendidas declaraciones de reclusos que aseguran proporcionar a sus hijos todo lo que las mismas autoridades que ahora parecen velar por los derechos de la infancia nunca podrán proveerles: cariño, educación, alimento...aunque tengan que desempeñar no pocas ni limpias labores para ganarse el sustento en el interior de estas ciudades inversas de la nocha altiplánica.

Al otro lado del mundo, en penitenciarías cinco estrellas, lamentan los escasos presidiarios del hampa mercantil el hecho de no poder recibir a sus visitas con traje, corbata y perfume caro que anule el hedor del delincuente común con el que nunca se cruzan. También despotrican al comprender que los dividendos acumulados en oscuras cuentas bancarias, tras años de latrocinios y expolios a los más ignorantes o los menos trabajadores de la sociedad avanzada (eso aseguran, tiren de hemeroteca), les son sustraídos por las fuerzas del Estado, impidiendo así a sus engominados vástagos que puedan seguir dilapidando los intereses de la barbarie en cenas haute cuisine aderezadas con licores high tech los fines de semana de la ignorancia, en las grandes capitales de la mentira y el escarnio.

Disculpen lo evidente y demagógico de mi discurso, creo que la edad y el paso del tiempo (¿acaso no son lo mismo?), en ocasiones, limitan mi horizonte a dos caminos obvios por pueriles: el de la demagogia o el del servilismo,
y puestos a elegir...
...y ya elegido el camino:
¿quién es el culpable de que una pequeña sea sucesivamente violentada por aquellos que deberían colmarla de agasajos e inocentes carantoñas? La barbarie, cierto, o The Horror, como afirmaba el Coronel Kurtz en Apocalypse Now. Pero tal vez la barbarie tenga origen en los despachos y mansiones cuyo único cometido es hundir en el fango a todo aquel que no produzca o genere generosos dividendos. Los desheredados, ya digo, a quienes no perdono todo (no se vayan a pensar), pero a quienes comprendo en su irracional raciocinio de vida desperdiciada y futuro inexistente.

Las autoridades, una vez más, hacen acopio de corrección y falso patriarcado (de ese que pretende paliar con autoimpuesta supremacía la carencia de razón), y acuden a socorrer a los desprotegidos. Sacarán a los niños de las cárceles, sólo quedarán los maleantes, los despojos de esta inhumana humanidad en que nos sumergimos tan lenta pero inexorablemente. Debe ser que para un país que se pretende emergente no es buena publicidad el dedo acusador de los adalides de los derechos humanos (ONU y sucedáneos), y que puede dar al traste con sus aspiraciones de placentera economía y concordia social.

Iniciaba, el gran David González, su poemario Los mundos marginados (poemas de la cárcel), al que pertenecen los sobrecogedores versos que inauguran esta entrada (lo sé, he cometido crimen, he seccionado el poema, pero acudan a las librerías, internet o lo que sea, compren y lean), con unas palabras de mi amado Henry Miller que, como de costumbre, incendian la noche de la idiocia con palabras de brutal lucidez...estas:

los que andan en la luz
no ven a los que están en la sombra

4 comentarios:

  1. Lo comparto porque debe correrse la voz. Gracias por escribirlo.
    Un abrazo.

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  2. el mundo es un agujero y el ser humano su habitante con menor capacidad de raciocinio...

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  3. los poderosos han perdido a la humanidad. Juegan con nosotros como si fuéramos marionetas movidas a su antojo. No les importa nada, son de hierro. Pero todavía queda gente que piensa, que siente, que sufre por el dolor del otro, sobretodo por los niños. Ellos son indefensos y tienen que ser respetados y estar protegidos de la maldad de algunos seres que se suponen son "adultos" y dicen tener el poder...Un abrazo y seguimos luchando.

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  4. Qué pena y que vergüenza Pablo, el mundo tendría que clamar un grito profundo de libertad y justicia para todos los desheredados de la tierra, más aun por "las manos de juguete que intentan rectificar un sol entristecido" Tu narrativa bella y estremecedora.

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te escucho...