domingo, 6 de marzo de 2022

de lo voraz y lo ingrávido


Pasé una anoche a ti pegado como a un árbol de vida
porque eras suave como el peligro,
como el peligro de vivir de nuevo.
Leopoldo María Panero

Hablan de guerras, los noticiarios. Hablan sin hablar, tartamudos de abecedarios y engreídos de moneda hecha sudario de niños fríos como calendarios arrancados a la baraja en que juegan póker los mercados.

Afuera, la respiración es un estanque sin peces deflagrado en CO2 a marchas forzadas respirado bajo mascarillas y máscaras que amartillan la sien de lo ingrávido. 

Afuera, la realidad es una carcajada y un disfraz que te amamanta las pupilas para injertarles semillas de mar huérfano de algas, henchidas de rímel como cristal dispuesto a afilarme las pestañas.

Mugre y quebranto en mi llanto como adiós y furor en el canto de quien olvidó cantar porque desconoce qué cosa es el daño.

Y yo, ya, vislumbrado el ocaso, tengo preparadas las cadenas:

Piel de oso las recubre, no te dañaré, no temas. 

En realidad acolché mi redil con papel de celofán, frenopático y cordel, y tampoco dañaré a este animal famélico, esquemático, en cuyo interior se asfixia el oxígeno buscando tu perfil.

A pesar de todo: por si truenan helicópteros, arrecia una DANA, los aeropuertos se duelen de bombardeos o tu piel pierde la mía en un desvelo de reloj sin madrugada:

Tengo preparadas las cadenas, 
aunque no me sirvan
(lo sé, no me sirven, 
ya perdieron su función 
de telones tacto carmín
esperando a un clown 
incapaz y borrachín
que no hace reír al público
ni te hace saltar a ti)

Eres el amianto que atesora mis incendios: 
la lengua que me fuerza: 
pronunciar palabras más allá del miedo y contra los aviones hechos de lluvia hacia dentro por no deshacer los cordones del zapato que siempre dejas olvidado en el rincón de mis infartos: 
seguro de revivirte 
triunfal en tu taconeo.

Eres el Aleluya en que se rompió Jeff Buckley y el sollozo en que se quiebran todos mis anhelos.

¿Me preguntas si lloro? 

Sí, claro: 
mira mi pulmón: 
oscuridad, corrosión, 
nervio, soledad, 
nicotina y miedo.

Mira mis manos: 
hechas de cruz de caminos,
futuro que no llega
y escolopendra de espanto.

Mira mi mirada:
eres tú hecha tropel 
al filo de mi garganta

Y una sonrisa febril
como tu desnudo hostil
cuando incendia la terraza.

Y afuera las bombas de racimo.

Y dentro tus labios de cosecha sabia,
tus besos de melodía,
tus dientes mordidos de vino e infancia.




1 comentario:

  1. Como otras tantas veces, Pablo, me dejas sin respiración y un escalofrío desconcertado se queda rumiando tus palabras. ¡Grande, amigo!

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te escucho...